Expertos uruguayos en medicina, bioquímica, virología e inmunología los refutan y argumentan por qué.
“Infodemia”, le llama la Organización Mundial de la Salud (OMS) al bombardeo de información sobre un tema particular y que genera un escenario propicio para el crecimiento de rumores y la expansión de información falsa. El impacto causado por la pandemia de covid-19 en combinación con el amplio uso de las redes sociales, motivó la difusión de mensajes erróneos que impactan en la salud de la población. Sobre ellos hablan expertos del Grupo Asesor Científico Honorario (GACH), de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) y de la Universidad de la República (Udelar). Ver serie de videos - clic aquí
Mito: “El virus no existe”
La negación de la existencia del SARS-CoV-2 y de la enfermedad que causa, la covid-19, hace que muchas personas sigan diciendo que “es una enfermedad inventada por intereses políticos", que “tendríamos que preguntarnos si realmente existe” o que fue “el virus fue una creación de laboratorio para enriquecer a quienes fabrican vacunas”.
La idea de que los virus fueron creados por fuerzas sobrenaturales o por extraterrestres no se instaló con el SARS-CoV-2, sino que “es una idea de las más generalizadas” sobre la mayoría de los virus, explicó Juan Arbiza, virólogo, profesor de la Udelar y miembro del GACH. Detalló que, en general, los virus que circulan no son nuevos “sino que ya están en la naturaleza, en determinados ‘reservorios’”. Concretamente, viven en animales y tienen la capacidad de pasar de una especie a otra, como se considera que hizo el SARS-Cov-2 al saltar de los murciélagos a los humanos. Al pasar a habitar un huésped nuevo, el virus “produce más enfermedad que en el reservorio natural”, aseguró Arbiza, para dar cuenta del problema.
“Este es un virus real” que no sólo es “detectado por técnicas diagnósticas reales”, sino que “es confirmado en la realidad” por las personas que llegan enfermas a los centros de salud, sostuvo la epidemióloga Lucía Alonso, consultora de la OPS e integrante del GACH.
Mito: “Las vacunas no son seguras”
Las vacunas contra la covid-19 fueron creadas en un tiempo récord, pero eso no quiere decir que se hayan saltado etapas. María Moreno, docente de la Udelar e integrante de la Comisión Nacional Asesora de Vacunación, explicó que las vacunas aprobadas “pasaron todas las pruebas, los ensayos clínicos fase 1, fase 2, fase 3 con las mismas exigencias que las otras vacunas”. Aclaró que la autorización de emergencia que se les dio implica el “aceleramiento de todos los pasos burocráticos” de administración y distribución, pero no de los pasos de su producción. Agregó que, de todos modos, esas aprobaciones están sujetas a los datos que surjan al inocular a la población.
Arbiza manifestó que muchos organismos internacionales han garantizado que las vacunas contra la covid-19 pasaron las pruebas científicas necesarias para garantizar que son seguras y eficaces y que “hay cientos de vacunas que empezaron junto con esas y no se aprobaron porque no pasaron ciertos requisitos de seguridad o eficacia”.
Es un mito decir que “la vacuna puede causarnos la muerte”, dijo Moreno, que explicó que sí puede ocasionar efectos adversos a nivel del sitio de inyección (como hinchazón o dolor) y “efectos más sistémicos como fiebre, dolor de cabeza, muscular” pero advirtió que “todos ellos son leves y de una corta duración”.
“No es seguro darse la vacuna de AstraZeneca porque fue prohibida en Europa”, aconsejan en redes sociales. Rafael Radi, coordinador del GACH y profesor de la Udelar, aclaró que “no fue prohibida en Europa” sino que algunos países detuvieron transitoriamente su administración “para analizar algunos efectos adversos que se quiso ver si estaban relacionados a la vacuna pero hoy tanto la OMS como la Agencia Europea de Medicamentos plantean que la vacuna de AstraZeneca es eficaz y segura y que son mucho más los beneficios de administrársela que los riesgos que se corren por no administrarla”.
“Las vacunas ‘nuevas’, como la de Pfizer, pueden causar mutaciones y alterar nuestro ADN”: Moreno negó esta afirmación, dijo que “la confusión surge del hecho de que el contenido de la vacuna de Pfizer es ARN mensajero, que es material genético” pero que “es diferente a nuestro material genético” porque nuestro genoma está compuesto por ADN, y el ARN y el ADN no pueden combinarse”. Negó, además, que las vacunas sirvan “para introducirnos mecanismos de control como microchips”, porque en su proceso de elaboración “pasan por infinitos números de puntos de control de calidad que están sujetos a organismos independientes a las farmacéuticas” que los hubieran detectado.
Mitos sobre la variante P1
Las mutaciones del virus pueden cambiar la efectividad de las vacunas, pero Alonso aclaró que hay evidencia de que la variante P1 “no modifica significativamente su efectividad”. En oposición al mito que recomienda no vacunarse por ese motivo, Alonso planteó que “debemos vacunarnos, justamente, a raíz de que existen variantes circulantes y variantes nuevas que aparecen y que seguirán apareciendo”.
En el mismo sentido se expresó Arbiza y aclaró que hay muchas investigaciones para tratar “de evidenciar si realmente las nuevas variantes y las que van a venir pueden evadir la respuesta inmune” generada por la vacuna. Dijo que los virus ARN, como el coronavirus, mutan para poder evadir esa respuesta y que “es muy probable” que logren ese objetivo en un futuro. De todos modos, señaló que eso ocurre también con la influenza y provoca que la vacuna antigripal se ajuste cada año. En el caso del SARS-CoV-2, adelantó que “el gran desafío fue desarrollar una vacuna” y que “actualizarla probablemente sea mucho más fácil que desarrollar una nueva vacuna”.
Los mitos distorsionan, minimizan o agrandan aspectos de la realidad. Una afirmación extendida es que “la variante P1 es mucho más agresiva” que otras del SARS-Cov-2. Alonso respondió que hay muchas investigaciones en curso y que por ahora se está “lejos de poder asignarle a la P1” cambios en la letalidad.
Entre la negación y la obligatoriedad
“Si la vacuna diera resultados reales, la harían obligatoria”: es otro mito. Radi respondió que la eficacia de la vacuna se demostró en ensayos clínicos controlados y “en la vida real, porque tenemos cientos de millones de vacunas aplicadas y en distintos países se ve que los efectos empiezan a ser muy notorios”. Dijo que la obligatoriedad no tiene que ver con la eficacia de las vacunas sino con la forma en que “cada país procesa el llamado de la población a vacunarse para protegerse a sí mismo y para proteger al prójimo”.
Alonso aclaró que las personas tienen “libertad de elegir qué nos ponemos en nuestro cuerpo”, pero acotó que este derecho tiene “determinadas limitaciones” porque “vivimos en una sociedad de derecho”. Especificó que las vacunas dan protección individual pero también social y que “se apela a la responsabilidad de vacunarse porque de esa forma se adquiere protección individual y, solidariamente, protegemos a aquellos que no pueden vacunarse”.