Ginebra, 1 de febrero de 2022 (OMS)- Las decenas de miles de toneladas de desechos médicos adicionales derivados de la respuesta a la pandemia de COVID-19 han ejercido una enorme presión sobre los sistemas de gestión de desechos de la atención de salud a nivel mundial, poniendo en peligro la salud humana y ambiental y haciendo patente la necesidad de mejorar las prácticas de gestión de desechos, según se desprende de un nuevo informe de la OMS.
El análisis mundial de la OMS de los desechos de la atención de salud en el contexto de la COVID-19: situación, repercusiones y recomendaciones basa sus estimaciones en las aproximadamente 87.000 toneladas de equipos de protección personal (EPP) adquiridos entre marzo de 2020 y noviembre de 2021 y enviados a los países a través de una iniciativa conjunta de las Naciones Unidas para situaciones de emergencia para atender las necesidades acuciantes derivadas de la respuesta a la COVID-19. La mayor parte de estos equipos acabarán convertidos en desechos una vez utilizados.
Desde el principio de la pandemia, se han enviado más de 140 millones de kits de pruebas, que podrían generar 2.600 toneladas de desechos no infecciosos (principalmente plástico) y 731.000 litros de desechos químicos (el equivalente de una tercera parte de una piscina olímpica), y que se han administrado más de 8.000 millones de dosis de vacunas a nivel mundial, lo que ha generado 143 toneladas de desechos adicionales en forma de jeringas, agujas y contenedores de seguridad.
Sin embargo, a menudo se carece de servicios seguros de gestión de residuos sanitarios, sobre todo en los países menos desarrollados.
“Es absolutamente esencial proporcionar a los trabajadores de la salud EPP adecuados”, dijo el doctor Michael Ryan, director ejecutivo del Programa de Emergencias Sanitarias de la OMS. “Pero también es esencial garantizar que estos puedan utilizarse de forma segura, sin tener un impacto en el entorno cercano.”
Ello implica contar con sistemas de gestión eficaces in situ, incluidas orientaciones para los trabajadores de la salud sobre qué hacer con los EPP y los productos de salud esenciales una vez los hayan utilizado.
Actualmente, alrededor de una tercera parte de los establecimientos de atención de salud (el 60% en los países menos desarrollados) no están equipados para manejar las cargas de residuos existentes, y mucho menos los desechos médicos adicionales generados por la COVID-19. Ello puede exponer a los trabajadores de la salud a lesiones, a quemaduras y a microorganismos patógenos, además de afectar a las comunidades que viven cerca de vertederos y lugares de eliminación de desechos deficientemente gestionados.
En el informe se formulan una serie de recomendaciones para integrar unas prácticas de gestión de desechos más adecuadas, más seguras y sostenibles desde el punto de vista ambiental en la respuesta a la COVID-19 en curso y en los esfuerzos futuros de preparación frente a las pandemias.
Algunas de estas son el uso de embalajes y envíos respetuosos con el medio ambiente, EPP de materiales reciclables o biodegradables; la inversión en tecnologías de tratamiento de desechos que no recurran a la quema, como los autoclaves; e inversiones en el sector del reciclaje para asegurarse de que los materiales, como los plásticos, puedan tener una segunda vida.
El análisis llega en un momento en que el sector de la salud está sometido a una presión cada vez mayor para reducir su huella de carbono y reducir al mínimo la cantidad de desechos que se envían a los vertederos, lo que se debe en parte a la mayor preocupación por la proliferación de los desechos de plástico y sus efectos en el agua, los sistemas alimentarios y la salud humana y de los ecosistemas.