El continente americano es el segundo más afectado por los desastres, después de Asia. Alrededor de un cuarto (21%) de todos los desastres ocurridos en el mundo entre 2008 y 2017 tuvo lugar en la región de las Américas, con 254.334 víctimas, y daños por US$ 592 mil millones, aproximadamente. Los eventos más comunes fueron de tipo hidrológico y meteorológico, causando el 6% de las muertes y el 79% de los daños en este periodo. A más de los fenómenos hidrológicos y meteorológicos, específicamente, los sismos, las erupciones volcánicas, los deslizamientos de tierra, o eventos como incendios, conmociones sociales, entre otros, pueden generar gran afectación a toda la población, a la infraestructura, a los servicios, como los de salud, los cuales son fundamentales para brindar atención durante y después de emergencias y desastres.
El Marco de Sendai para la Reducción del Riesgo de Desastres 2015–2030 establece que es urgente y fundamental prever el riesgo de desastres, planificar medidas y reducirlo para proteger a las personas. Además, que las prácticas de reducción de riesgos deben tener un enfoque preventivo más amplio que contemple amenazas múltiples, a saber, multisectoriales, inclusivas y accesibles; y que se centren en acciones como vigilar, evaluar y comprender el riesgo de desastres. De la misma forma, se deben adoptar planes integrados que promuevan la inclusión, el uso eficiente de los recursos, la mitigación del cambio climático y la resiliencia ante los desastres.
El enfoque inclusivo tiene como fin reducir los riesgos que afectan de manera desproporcionada a las poblaciones en situación de vulnerabilidad, particularmente a las personas con discapacidad, debido a mayores tasas de mortalidad, morbilidad y afectación en situaciones de desastres. Tomando en cuenta que, por lo general, las personas con discapacidad están excluidas de la formulación de políticas y planes de gestión del riesgo de desastres, su vulnerabilidad se profundiza y se dificulta la respuesta a las víctimas después del desastre. Por todo esto, se debe trabajar por la inclusión de las personas con discapacidad y sus familias en la gestión del riesgo de desastres, y con mayor énfasis en la preparación para la respuesta a emergencias y desastres, más aún en sectores primordiales como el de la salud.
Es fundamental contar con establecimientos de salud cuyos servicios permanezcan accesibles, operativos a su máxima capacidad instalada y dentro de su misma infraestructura, inmediatamente después de una emergencia o desastre. Esto implica que el personal de salud debe estar preparado para responder a todo tipo de amenaza, con la premisa de “no dejar a nadie atrás”, lo que incluye a: trabajadores, pacientes con sus familiares, víctimas de un evento, y toda persona que se encuentre dentro del establecimiento. Además, los establecimientos de salud deben facilitar que las personas con discapacidad se desenvuelvan con autonomía dentro de la infraestructura, para lo cual deben cumplir con normativas de accesibilidad universal y diseño universal.
En este contexto, y en contribución con los esfuerzos que realizan los países en el sector de la salud para dar cumplimiento efectivo al artículo 11 “Situaciones de riesgo y emergencias humanitarias” de la Convención de Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CIDPCD), en este documento se presenta una metodología para favorecer la inclusión en la gestión del riesgo de desastres en hospitales, prestando atención a las necesidades de las personas con discapacidad. A la metodología se la ha denominado Inclusión para la Gestión del Riesgo de Desastres en Hospitales (INGRID-H).
INGRID-H es un proceso sustentado en tres fases:
La primera es la evaluación, en la cual se establece una línea de base sobre el nivel actual de inclusión de las personas con discapacidad en la preparación para la respuesta ante emergencias y desastres del hospital y da paso a la creación de un plan de acción para la mejora continua en la inclusión para la gestión del riesgo de desastres.
La segunda fase es la implementación, la cual se subdivide en tres instancias:
- Las acciones por la visibilidad y la participación, mediante las cuales se busca mejorar a corto plazo (30 días) la visibilidad y la representación de las personas con discapacidad en el hospital.
- Las acciones por la autonomía, mediante las cuales se busca mejorar a mediano y largo plazo las condiciones que permitan que las personas con discapacidad se desenvuelvan con autonomía en el hospital.
- Las acciones por el fortalecimiento de las capacidades de respuesta, mediante las cuales se busca mejorar la preparación para la respuesta, principalmente la actualización de procedimientos del plan hospitalario de respuesta a emergencias y desastres, que incorpore las necesidades específicas de las personas con discapacidad.
La tercera fase es la verificación, en la cual se establecen acciones con el objetivo de valorar la variable de discapacidad en el plan hospitalario de respuesta a emergencias y desastres, mediante ejercicios de simulación y simulacros inclusivos.
La implementación de INGRID-H aportará no solo al cumplimiento de los derechos de las personas con discapacidad, sino que también contribuirá a los esfuerzos de los países por tener un sector de la salud más seguro, inclusivo y resiliente.
Usted puede descargar el documento entero aqui: Inclusión para La gestión del riesgo de desastres en hospitales” (INGRID-H)