Una de las mayores amenazas para la población está relacionada con la resistencia antimicrobiana (RAM), que podría acabar con siglos de avances médicos, y dificulta o, en ocasiones, hace imposible tratar enfermedades como neumonía, tuberculosis, infecciones de vías urinarias, faringoamigdalitis, entre otras.
Esto, porque “los mecanismos de resistencia son cada vez más novedosos y los microorganismos desarrollan nuevas formas de resistir cuando son agredidos, lo que va de la mano con que no hay nuevas moléculas (como los antibióticos) para contrarrestarlos”, resaltó la doctora Martha Ospina, directora del Instituto Nacional de Salud (INS), durante el evento científico ‘Semana mundial de concienciación sobre el uso de antimicrobianos, basado en la estrategia Una salud’.
Una apreciación que compartió el doctor Gerson Bermont, director de promoción y prevención del Ministerio de Salud y Protección Social (MSPS), para quien “la RAM es un fenómeno que nos está atropellando en este momento, a nivel nacional y mundial, dado el uso indiscriminado e irracional de medicamentos, haciendo que los microorganismos no sean afectados por medicamentos a los cuales eran sensibles anteriormente; convirtiéndose esta problemática en un riesgo para la salud no solo humana, sino animal y medioambiental”.
Como resultado, el manejo de las infecciones se hace más difícil cada día: el paciente o bien no responde a un esquema de tratamiento que ha sido establecido por su médico, se requieren más dosis o, en ocasiones, hay que hospitalizarlo y puede fallecer porque no hay alternativas disponibles para tratar infecciones ocasionadas por microorganismos resistentes, a lo que se suman los costos en la atención y para el sistema de salud en general.
Secuelas de la pandemia
En el año 2020, enmarcado por la pandemia de la COVID-19, en donde la diseminación masiva del virus SARS-CoV-2 ha afectado al mundo en lo social, político, económico y sanitario, el abuso indiscriminado de antibióticos fue notorio, tanto por automedicación como por formulación.
“Un aumento que podría llevar también a una mayor generación de resistencia antimicrobiana”, señaló el doctor Carlos Arturo Álvarez-Moreno, asesor del Gobierno de Colombia en el tema del COVID-19 y coordinador del ‘Estudio Solidaridad para COVID-19, ensayo clínico liderado por la OMS para encontrar un tratamiento eficaz contra esta enfermedad.
Por eso, resulta muy importante que la población comprenda esta problemática que pone en riesgo su salud presente y futura; pero también que tome conciencia de que hace parte del problema y de la solución, incremente sus medidas de higiene y no se automedique.
Como propuso durante el encuentro científico el doctor José Oñate, presidente de la Asociación Colombiana de Infectología (ACIN), se debe “mejorar el acceso a los antimicrobianos apropiados, fortalecer los sistemas de salud y la capacidad de vigilancia; fomentar la educación en las universidades que tienen programas afines a la salud, para conocer a fondo esta problemática, y promover el uso adecuado de los antibióticos”.
Una muestra de la realidad
La doctora María Victoria Ovalle, bacterióloga con especialización en epidemiología, del Grupo de Microbiología del Instituto Nacional de Salud (INS), presentó un panorama nacional de la resistencia antimicrobiana en salud humana, durante su conferencia en la Semana Mundial de la Concienciación sobre el uso de antimicrobianos’.
Recordó que el INS realiza la vigilancia de varios eventos de interés en salud pública, como las infecciones de transmisión sexual, que involucra la Neisseria gonorrhoeae; del Sistema de Redes de Vigilancia de los Agentes Responsables de Neumonías y Meningitis Bacterianas (Sireva), que integra tres microorganismos: Streptococcus pneumoniae, Haemophilus influenzae y Neisseria meningitidis, y de la Enfermedad Diarreica Aguda (EDA).
Otros temas de análisis son las Enfermedades Transmitidas por Alimentos (ETA), con cuatro microorganismos: Salmonella spp, Shigella spp, Campylobacter spp y Listeria monocytogenes, y las infecciones asociadas a la atención en salud (IAAS), donde se estudian enterobacterias, bacilos no fermentadores y bacterias gram positivas (S. aureus, E. faecalis y E. faecium) y Candida auris.
En Neisseria gonorrhoeae, antibióticos como la penicilina y tetraciclina presentaron una resistencia por encima del 40%; la penicilina para el 2019 alcanzó una resistencia del 65,6%. Debido a esto, se empezó a utilizar Ciprofloxacina y ya en 2019, su resistencia era de 57,6%.
Otro caso es el S. pneumoniae, cuyo serotipo 19A es el que más predomina y que presenta un alto porcentaje de resistencia a penicilina y eritromicina. Otros serotipos también son sensibles a los antibióticos.
En cuanto a la EDA y las ETA, también hay serios problemas de resistencia en Salmonella respecto a las fluoroquinolonas y algunas cefalosporinas. Y así sucede con otra amplia gama de enfermedades infecciosas que ya no responden los tratamientos, lo que pone en riesgo la salud humana y animal.