Cada año se diagnostican en las Américas un promedio de 57.000 casos nuevos de leishmaniasis cutánea y 3.480 casos del tipo visceral. En Argentina, mientras la primera muestra un riesgo latente, la segunda se ha dispersado de Misiones a otras provincias
Washington, DC, 2 de septiembre de 2016 (OPS/OMS)- Un informe especial sobre la situación de la leishmaniasis en la provincia argentina de Misiones, publicado en la Revista Panamericana de Salud Pública de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), aporta una serie de recomendaciones para la vigilancia y el control de esta enfermedad, que afecta cada año a más de 60.000 personas en las Américas.
La leishmaniasis es una enfermedad infecciosa, potencialmente mortal y curable, causada por un parásito. Forma parte del grupo de enfermedades denominadas desatendidas, porque afectan más a los grupos que viven en condiciones de vulnerabilidad o en áreas remotas. Se transmite a los seres humanos mediante la picadura de insectos y se puede presentar en dos formas: visceral, que puede ser mortal si no se trata; y cutánea, que se manifiesta inicialmente como una lesión de la piel, y generalmente evoluciona a úlceras y a desfiguramiento similar al de la lepra. Esta última es la más común en las Américas y es difícil de curar.
"La investigación se centra en la necesidad de buscar alternativas para hacer frente a una enfermedad de transmisión vectorial para la que no hay suficientes estrategias efectivas de control", afirmó Oscar Salomón, investigador principal del estudio y director del Instituto Nacional de Medicina Tropical de Argentina.
El trabajo utilizó un enfoque multidisciplinario para examinar la historia de la enfermedad en el territorio e identificar escenarios de riesgo, analizando componentes sociales, biológicos y biomédicos. "Conocer cuáles son los escenarios de riesgo nos permite definir acciones de prevención y control",señaló Salomón.
La investigación forma parte de un proyecto más grande en la Triple Frontera entre Argentina, Paraguay y Brasil, en el que participan equipos de los tres países, además de Uruguay. El proyecto es liderado por la OPS y financiado a través del Centro InternacionaldeInvestigacionespara elDesarrollo(IDRC, por sus siglas en inglés) de Canadá.
"El conocimiento generado a partir de este proyecto nos permitirá innovar y diseñar estrategias de vigilancia y control de la leishmaniasis, así como también, contribuirá al desarrollo de nuevas e innovadoras herramientas", consideró Zaida Yadón, asesora regional de la OPS en investigación de enfermedades transmisibles y una de las autoras del artículo.
El número de publicaciones sobre leishmaniasis en el mundo se ha incrementado en los últimos años. Un análisis de la base de datos PUBMED muestra que en los últimos 5 años se publicó el 25% de las publicaciones sobre el tema.
Sin embargo, aclaró Salomón, esos estudios sobre factores de riesgo de la leishmaniasis no han sido traducidos en herramientas para su control, algo que la investigación en los países del estudio entre frontera espera conseguir en el próximo año.
Los investigadores también examinaron los eventos y procesos socioeconómicos asociados con la evolución de la enfermedad, como cambios en el uso y ocupación de la tierra, y la deforestación y la construcción de represas, que generaron un impacto demográfico, ambiental y climático. Estos fenómenos, sumados a la urbanización no planificada, el tránsito fronterizo intenso con Brasil y Paraguay, y la interacción entre las personas y los perros infectados, fueron asociados por los investigadores a la adaptación de los vectores y a la dispersión y brotes de la enfermedad.
Situación de la leishmaniasis
La leishmaniasis sigue siendo notificada en todos los países de America Latina con la excepción de Chile y Uruguay. Cada año se diagnostica un promedio de 57.000 casos nuevos de leishmaniasis cutánea, además de 3.480 casos del tipo visceral, con un promedio de 220 muertes anuales.
Según datos de la OPS, entre 2001 y 2013, el 75% de los casos, cerca de 743.000 casos registrados de leishmaniasis cutánea en las Américas se concentraron en Brasil (42%), Colombia (20%) y Perú (13%). Mientras que los de la forma visceral, de los cerca de 45.000 casos notificados en la última década, el 96% se notificaron en Brasil. Del resto, Paraguay notificó 1,9% de los casos, Colombia, 1.3% y Argentina, 0,3%.
En Argentina, la forma cutánea de la enfermedad ha estado presente posiblemente desde tiempos precolombinos, señalan los autores de la investigación, aunque los primeros casos esporádicos registrados formalmente datan de las primeras décadas del siglo XX. Esos casos se localizaron en 10 provincias del norte del país y se asociaron con la entrada de personas a áreas silvestres para la deforestación extractiva y la pesca. En la década de 1980 se registró el primer brote de leishmaniasis cutánea en el noroeste del país y desde entonces se registran focos epidémicos en esa área de transmisión, dicen los investigadores.
Por su parte, la leishmaniasis visceral, de la que hasta 2006 se habían registrado 14 casos dispersos en zonas rurales del país, comenzó a dispersarse a partir de un foco registrado en la ciudad de Posadas, capital de la provincia de Misiones. A inicios de 2015 se habían registrado 140 casos en humanos en cuatro provincias, y la presencia del vector ya se había detectado en seis provincias.
"Nos llamó la atención la dispersión activa que estamos viendo de la leishmaniasis visceral, del insecto vector y de animales infectados", describió Salomón, y agregó que se observa un "riesgo latente" de leishmaniasis cutánea, hallazgos que han permitido a las autoridades tomar acciones de mitigación.
Recomendaciones
En el artículo, titulado La eco-epidemiología retrospectiva como herramienta aplicada a la vigilancia de la leishmaniasis en Misiones, Argentina, 1920-2014, los autores señalan la necesidad de establecer una vigilancia activa para monitorear posibles tendencias al incremento de la circulación parasitaria y vectorial y, ante la aparición de un foco, realizar estudios para verificar la transmisión autóctona y la intensidad del evento.
Asimismo, recomiendan establecer la obligación legal de tomar medidas adicionales de control por los responsables de los proyectos que impliquen modificación ambiental, como la realización de estudios de evaluación del riesgo de transmisión, y acciones de mitigación del riesgo, detección temprana y tratamiento oportuno de los casos.
En tanto, para el diseño de acciones programáticas adecuadas a regiones, municipios o comunidades aconsejan se contemplen estudios en el marco teórico de la eco-epidemiología, que integran el conocimiento multidisciplinario y la causalidad multinivel.
Esto responde, aseguran, a que la enfermedad es sensible a las condiciones climáticas, y a las consecuencias sociales y biológicas provocadas por cambios en el ambiente y uso de la tierra, como la deforestación, la construcción de carreteras o plantas hidroeléctricas, algo que contribuye a la extensión del hábitat y la adaptación de los insectos en zonas periurbanas y urbanas, con lo cual aumenta la exposición al riesgo de infección.
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