22 Nov 2023
En los países en donde las normas son muy estrictas en cuanto a la prohibición de vender antibióticos con fórmula médica, los índices de resistencia antimicrobiana son menores; no obstante, en otros, estas normativas no surten los efectos esperados.
De igual forma, como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), allí donde los antibióticos se pueden adquirir sin receta médica para uso humano o veterinario, la aparición y propagación de la farmacorresistencia empeora, también es una realidad que las normas solas per se no significan la solución radical a esta problemática.
Entonces, estamos ante un gran desafío que va más allá de tener fiscalización y que requiere estrategias integrales que contemplen normas, pero también que analicen cómo se comportan los sistemas de salud, las demoras en la asignación de citas, los costos de los tratamientos y la percepción de la personas sobre su salud, así como costumbres que van de generación en generación.
“Es muy importante conocer y analizar ideas que hacen parte del conocimiento, del imaginario popular de la gente, entre las que están considerar los antibióticos como los mejores medicamentos, los más efectivos y poderosos, que actúan rápido”, explicó la doctora Johanna Aponte, directora del Centro de Información de Medicamentos de la Universidad Nacional (CIMUN).
Durante su charla ‘Antibióticos sólo con fórmula médica: entre la fiscalización y la cultura’, en el marco del evento científico académico con el que Colombia se unió a la celebración de la Semana Mundial de Concientización sobre la RAM 2023, la experta hizo un llamado a analizar todos esos factores relacionados con el por qué un individuo llega a usar antibióticos sin fórmula médica, entre ellos, las realidades culturales y otras percepciones.
En el estudio ‘Intervenciones basadas en preferencias para abordar el uso de antibióticos sin receta: un experimento de elección discreta’, que lideró la doctora Aponte y se realizó en colaboración con la Universidad de Californa (Estados Unidos), se encontró que si bien un alto número de personas preferían no tomar antibióticos y tener un médico como asesor, su perspectiva cambia frente a temas como la demora en la atención del sistema de salud, el costo de recibir asesoramiento o la percepción de que el antibiótico de la droguería es mejor que el que da la EPS.
Quienes presentan problemas respiratorios suelen animarse más a consumir antibióticos sin fórmula médica, a buscar soluciones que consideran inmediatas. A esta lista se suman los pacientes con síntomas urinarios o con problemas en la piel, que demandan acciones prontas, e incluso hay perfiles de usuarios, entre los que están ‘los arriesgados’ que solo dicen: “si sirve, démelo ya”, sin analizar consecuencias o posibles efectos adversos.
Otro tema cultural y tradicional es la relación con el droguista. “Es interesante ver que la gente piensa que es más accesible y confía más en él, entre otras razones, ‘porque está interesado en mí’, tanto que en ocasiones puede aconsejarnos mejor ir al hospital o la clínica; en la parte opuesta, para algunas personas, el médico siempre tiene afán, atiende muy rápido y solo escribe frente al computador”, explica la doctora Aponte.
Pero, si bien durante décadas se ha tenido al droguista como aliado, un verdadero personaje en este campo, no es cualquiera al que buscamos, sino el cercano, el confiable. Igual pasa con las droguerías, que se han convertido en la principal fuente de suministro de antibióticos; pero no cualquier farmacia, sino aquella que nos genera confianza.
La solución, insiste la doctora Aponte, es integral, multi e interdisciplinar, e incluye educar a la comunidad, concientizar sobre el tema, pero de una forma racional, no coercitiva, para que tenga claridad sobre los beneficios y perjuicios de la automedicación y de problemáticas como la resistencia antimicrobiana, o logren entender “por qué me dicen que no puedo suspender el tratamiento si ya me siento bien”.
También plantea retos en la atención en salud, mayor agilidad, comunicación asertiva entre médicos y pacientes e incluso pensar en una mayor formación del personal de las farmacias y en la profesionalización de estas, para que sean partícipes activos más enfocados en los objetivos generales, en ser parte de un sistema integral que nos beneficie a todos.
A esto se suman nuevas posibilidades, como las de tener personal de enfermería entrenado en el tema de los medicamentos, una figura del sistema de salud que también genera confianza y podría ayudar en muchos frentes. Es más, en países desarrollados como Australia, Canadá, Estados Unidos, Nueva Zelanda, Reino Unido y Suecia, las enfermeras tienen autoridad para prescribir, cumpliendo con unos requisitos y regulaciones estrictos.
“Es necesario que se cambie urgentemente la forma de prescribir y utilizar los antibióticos. Aunque se desarrollen nuevos medicamentos, si no se modifican los comportamientos actuales, la resistencia antimicrobiana seguirá representando una grave amenaza. Los cambios de comportamiento también deben incluir medidas destinadas a reducir la propagación de las infecciones, a través de la vacunación, el lavado de las manos, la seguridad de las relaciones sexuales y una buena higiene alimentaria”, insiste la OMS.