Entre los rostros más visibles de la respuesta a la pandemia en Cuba se encuentra el de una mujer estrechamente ligada al Instituto de Medicina Tropical “Pedro Kourí” (IPK). A María Guadalupe Guzmán Tirado, jefa del Centro de Investigación, Diagnóstico y Referencia de esa institución, con más de 30 años de experiencia como viróloga, le ha correspondido liderar muchas de las tareas relacionadas con el enfrentamiento a la COVID-19
La Habana, 22 de octubre de 2021 (OPS/OMS)
Teniendo en cuenta su relevante labor profesional, recientemente fue incluida en el nuevo Grupo Científico Asesor de la Organización Mundial de la Salud (OMS) sobre el Origen de Nuevos Patógenos. También, como reconocimiento a sus investigaciones sobre dengue, hace pocos días recibió el premio de L’Oréal-UNESCO “La Mujer y la Ciencia”, en su 24ª edición.
Al preguntarle sobre su trayectoria científica y sus vivencias en diferentes epidemias, incluida la provocada por el SARS-CoV-2, sus palabras no solo permiten conocer más sobre ella, sino sobre los esfuerzos de su grupo de trabajo, toda la gestión impulsada en el país, y la cooperación técnica de la Organización Panamericana de la Salud (OPS) en la respuesta de la isla:
A lo largo de mi carrera profesional he vivido diferentes situaciones epidemiológicas. Además de la COVID-19, otra epidemia que me marcó mucho fue la primera en la que trabajé: la de dengue hemorrágico de 1981. Después enfrenté otras, como la neuropatía epidémica,con la que nos encontrábamos ante algo desconocido. A mí me correspondió trabajar desde el punto de vista virológico, con el profesor Pedro Más y otros colegas, para definir qué era la neuropatía. Posteriormente, tuve que enfrascarme, junto a nuestro grupo de trabajo, en la respuesta a la influenza pandémica, que constituyó un problema mundial grave.
Luego vino el zika, que trajo preocupaciones por su impacto sobre el embarazo; y bueno, más recientemente, esta pandemia, que rompió todos los cánones. Es una enfermedad nueva, causada por un virus nuevo, que requiere un diagnóstico que ha habido que desarrollar rápidamente en todos los países, incluido el nuestro; con una clínica que se ha salido de lo esperado en cuanto al cuadro respiratorio. Al principio también estaba la incertidumbre de no saber cómo se trasmitía, ni el peso que tendría la infección asintomática.
Con todos esos retos no me ha quedado más remedio, desde el orden personal, que dejarlo todo para dedicarme a enfrentar este coronavirus. En mi centro y grupo de trabajo no existe el tiempo libre. Siempre estamos disponibles, y todavía queda un trecho por caminar. He tenido que separarme de la familia, como lo he hecho en otros momentos. Lo que antes no estaba el peligro que hemos sentido en esta ocasión. Con la COVID-19 corremos el riesgo de infectar a cualquier persona, y eso es un miedo que se añade al estrés que he vivido.
Por otro lado, para hablar de lo que hemos hecho con esta pandemia, tengo que referirme a la Red de Laboratorios de Biología Molecular. En diciembre de 2019 Cuba tenía cuatro laboratorios que hacían diagnóstico molecular, dedicados básicamente a la vigilancia de zika. El de los Centros Provinciales de Higiene, Epidemiología y Microbiología de La Habana, Villa Clara, Santiago de Cuba y el Laboratorio Nacional de Referencia del IPK. En este último comenzó la labor de diagnóstico relacionada con la COVID-19, para lo cual la OPS fue muy importante, porque organizó las primeras capacitaciones y donó los reactivos con los que empezamos a trabajar.
En una segunda etapa, las capacidades para el diagnóstico del SARS-CoV-2 se extendieron a Villa Clara y Santiago de Cuba; y en una tercera etapa entró el laboratorio de La Habana, el del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología (CIGB), el de investigaciones del sida (LISIDA), y el del Hospital “Hermanos Ameijeiras”. Paulatinamente, durante el pasado año, se fueron abriendo laboratorios en todas las provincias del país, y llegamos a la cifra de 27 laboratorios con condiciones para realizar diagnóstico molecular.
Los primeros días no llegábamos ni a 100 muestras procesadas y hoy superamos las 20 000 muestras diarias. Eso ha permitido mayor vigilancia, y es una capacidad que ya tiene Cuba para enfrentar otros patógenos. Se puede decir que es una ganancia ante una contingencia muy negativa. A la par, las investigaciones han sido muy importantes.
Nuestro personal en estos momentos está dirigido básicamente a enfrentar la COVID-19, tanto para la vigilancia en todas las provincias, como para la referencia, las evaluaciones, las visitas constantes a los laboratorios y los estudios de evaluación de los candidatos vacunales cubanos. Ello forma parte de la actividad en la que he estado involucrada este año y el pasado.
Asimismo, tendría que incluir el estudio de la caracterización genética del virus, lo que se llama vigilancia genómica, algo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó prácticamente desde que empezó la pandemia. Es normal que los virus cambien, y esos cambios pueden implicar un incremento en la trasmisión o una asociación a mayor severidad.
A todas estas funciones me he dedicado junto con un grupo de especialistas de diferentes instituciones. Personal del IPK coordina el grupo y lidera todos los análisis, pero también colabora el Ministerio de Salud Pública (MINSAP), la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), el CIGB, la Universidad de La Habana (UH), LISIDA y la red de laboratorios de biología molecular en general.
Y bueno, al hablar de mi vida profesional en el IPK, siempre recuerdo que está muy ligada al Dr. Gustavo Kourí, con quien me casé en 1980. Ese mismo año comencé a trabajar en el instituto, y él había empezado a dirigir este centro en 1978. Estuvimos juntos hasta el 2011, cuando falleció. Gustavo era el director y yo la jefa del Departamento de Virología. Fueron 31 años los que convivimos en el IPK. Para nosotros era una segunda casa, y para mí todavía lo es.
Fue una relación muy bonita, tanto en lo personal como en lo laboral, con altas y bajas en cuanto al estrés, porque todas esas epidemias de las que he hablado, hasta la influenza pandémica, las enfrentamos juntos. Para mí haber estado tan cerca de Gustavo fue un aprendizaje y una oportunidad muy grande. Él era una persona con una visión científica muy amplia, y con una fuerte convicción sobre la importancia que tenía desarrollar el IPK, que hoy es un centro de referencia. Ese fue nuestro granito de arena para ayudar a desarrollar el país.