Mayo, 2022
Cuando en 1881 el médico cubano Carlos Finlay sugirió que el mosquito era el vehículo a través del cual se transmitía la fiebre amarilla, no se imaginaba que esta enfermedad antigua tenía en los monos su reservorio natural.
La importancia de controlarla y prevenir su paso de un país a otro fue lo que impulsó la creación en 1902 de lo que luego sería la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Más de un siglo después, la fiebre amarilla sigue generando epidemias y extendiéndose en la región y en el mundo.
En 1932, el médico estadounidense Fred Soper, quien en 1947 se convertiría en director de la OPS, indicó por primera vez que este virus tiene en los monos su albergue selvático o refugio, por lo que su erradicación no era una posibilidad. Sin embargo, desde 1937 existe una vacuna eficaz para proteger a las personas en riesgo y evitar la propagación.
Desde 1970, la fiebre amarilla ha resurgido como una amenaza para la salud pública en las Américas. La enfermedad es endémica en territorios y regiones de 13 países de Centroamérica y Sudamérica, generando brotes y muertes.