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Entender para construir puentes que salvan vidas y para la construcción de comunidades saludables

La prevención de la COVID-19 en los pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, plantea todo tipo de desafíos, desde el combate de la desinformación hasta mantener el respeto de las tradiciones y la cultura. Para vencerlos, la Organización Panamericana de la Salud, realizó una misión al Magdalena para implementar una estrategia de comunicación para la salud, con enfoque étnico, que contribuya en salvar vidas en estos tiempos de pandemia.

Bogotá, septiembre 13 de 2021.

“Que Serankwa me los cuide”. Con esta frase cargada de buenos deseos, en la que nombran a la deidad que les dejó la tarea de cuidar y mantener el equilibrio del mundo a los cuatro pueblos indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta –Wiwa, Kogi, Arhuaco y Kankuamo–, termina la misión de la Organización Panamericana de la Salud (OPS/OMS Colombia), en el departamento del Magdalena.

La labor del organismo de salud es apoyar a las autoridades sanitarias del Magdalena y del distrito de Santa Marta a construir puentes con las 54.724 personas, que según el DANE pertenecen a estos cuatro pueblos indígenas, así como con los vacunadores y los prestadores de salud que permita implementar una estrategia de comunicación para la salud étnico, con enfoque en prevención de la COVID-19. Un desafío exigente, en la montaña costera más alta del mundo, con dos picos nevados de 5.775 metros y 5.560 metros y un área de 17 mil kilómetros cuadrados.

A finales de marzo del 2020, cuando el coronavirus llegó a Colombia, los cuatro pueblos indígenas de la Sierra consultaron la Ley de Origen, buscaron el equilibro mental–espiritual y material–terrenal para controlar el virus, y definieron acciones de prevención en el ámbito colectivo, individual y para el territorio ancestral, con pagamentos y también con medidas como el aislamiento. Incluso, aún hoy, son contadas las personas que pueden acceder a sus comunidades. Por eso, no es extraño que para sostener un encuentro con las autoridades indígenas en territorio, haya sido indispensable establecer primero un largo diálogo con líderes indígenas en las instalaciones de la IPS Gonawindúa.

La visión de la OPS/OMS, basada en la equidad y en el respeto al pensamiento indígena, y guiada por el objetivo de ‘no dejar a nadie atrás’ durante la pandemia permite el encuentro con uno de los mamos más reconocidos y respetados de la Sierra. Se trata de Ramón Gil, quien en los años 80 inició la unificación política de los pueblos Kogi, Wiwa y Arhuaco. Lideró la compra masiva de tierras para la ampliación del resguardo y fue protagonista de la reorganización territorial del pueblo Wiwa a partir del llamado de los padres espirituales hacia Duklindúe, territorio que comprende la zona nororiental de la Sierra entre los ríos Frío y Guachaca.

Es precisamente allí donde sucede el encuentro. Tras un viaje de tres horas desde Santa Marta, que incluye transcurrir una trocha que discurre paralela a la cuenca del río Guachacá, se halla un pequeño poblado con casas de tabla y techos de palma, y grandes establos. En la cumbre de un pequeño cerro se levanta un bohío a dos aguas, donde el mamo Ramón Gil espera apacible, en su chinchorro naranja. Junto a él, en uno de los tres largos bancos de madera que flanquean el espacio, se encuentran sus dos aprendices; y junto a otro banco, un fuego que parece jamás extinguirse.

El mamo es conocido, además, por haber sobrevivido a una poderosa tormenta eléctrica en Kemakumake, que acabó con la vida de 11 miembros de su pueblo, en la madrugada del 5 de octubre del 2014. En aquel momento, y aún con el tizne del fuego en su cuerpo, Ramón afirmó que el suceso fue un castigo de Shipomba, “padre del rayo”, en represalia por las continuas afectaciones a la naturaleza. Advirtió en esa ocasión que vendrían más enfermedades y sucesos trágicos en la humanidad si no hacíamos caso a las advertencias de los padres espirituales.

Los sabios el corazón del mundo

Para empezar el diálogo, el mamo les pide a todos los presentes despejar la mente. Durante varios minutos el único sonido que se escucha es el de tintineo de una campanita que agita de cuando en cuando, hasta que es interrumpida por el suave graznido del pájaro chikua. Entonces Ramón habla. “Deben liberarse de la toda esa información y noticias de contagiados y muertos por Kuñdi – el nombre con el que identifican a la COVID-19– ustedes llevan esa pesada carga sobre sus espaldas”. Luego, como un diestro narrador de historias por más de tres horas habla sobre la enfermedad, navegando entre los destiempos, y con la circular lógica del pensamiento indígena.
 

“La enfermedad primero fue espíritu, hace parte de la vida, de la naturaleza. (…) El coronavirus nace por la contaminación de sangre en la tierra y en las fuentes de agua. A la enfermedad hay que pagarle. Tomamos agua sin pagar, comemos yuca, plátano, malanga, sin pagar. Pagar en espiritual, cancelar la deuda con la naturaleza... Cogemos todo de la naturaleza sin consultar con el dueño, con Serankwa”, dice Ramón, mientras frota una y otra vez su poporo con un madero llamado sokana.

“Cuando el hermanito menor llega a esos ecosistemas, los explota, los saquea, sale nolemaco y salen nuevas enfermedades”, dice mientras introduce el madero en el calabazo seco para cubrirlo con una mezcla de polvo de conchas de mar y hojas de coca que lleva a la boca para poder mambear.

Su pensamiento coincide con el de varios científicos de todo el mundo quienes han evidenciado que la destrucción de los ecosistemas puede elevar el riesgo de la propagación de enfermedades. Según Joachim Spangenberg, ecólogo y vicepresidente del centro Sustainable Europe Research Institute, “todo está relacionado entre sí, la salud de la fauna, el ecosistema y el ser humano. Si se produce un desequilibrio en alguno de estos tres componentes, el resto también se verá afectado”, de ahí la importancia del concepto "One Health”.

La enfermedad que, para estos pueblos indígenas se origina en el incumplimiento de la Ley de Origen, se llevó el 6 de agosto del 2020 a una de sus voces más respetadas: José de los Santos Sauna, cabildo gobernador del pueblo Kogui. Según la mitología indígena, De los Santos inició su viaje hacia la Pachá Mama. Para ellos, dice el antropólogo austríaco Gerardo Reichel-Dolmatoff, “la muerte no es vista como un acontecimiento trágico sino como un logro de la vida. El funeral dura unas dos horas y se celebra sin oraciones ni cantos, lo que puede parecer sencillo, pero en realidad, es un rito de cosmificación”. En otras palabras, es considerada una metáfora del período de gestación, pero en la dirección opuesta, un regreso al vientre de la Madre Tierra.

La prevención y la curación reordenan el mundo

Según la creencia indígena, los deseos sin control de las personas conllevan al incumplimiento de la Ley de Origen y, por ende, a la enfermedad. Es por esto que, para prevenir la propagación de la COVID-19 y curar, además de las acciones en lo individual, lo colectivo, lo territorial, los Mamos deben ir a los sitios sagrados a confesar y a hacer pagamentos que ayuden a ordenar el pensamiento.

En el ámbito individual, por ejemplo, la enfermedad es tratada como una afección respiratoria tradicional. Se evitan los contactos personales, que no es un problema para estos pueblos indígenas ya que están acostumbrados a no tocarse, no abrazarse, no saludarse de mano y no compartir los maderos del mambe. Incluso, para reforzar el aislamiento se saludan dándose la espalda. Además, han adaptado sus propias prácticas de higiene a lo sugerido por la Organización Mundial de la Salud. Se lavan las manos con lejía y usan una mezcla de aguardiente artesanal, llamado chirrinche, con plantas medicinales que se aplican en todo el cuerpo.

Con respecto a acciones colectivas, como es la vacunación contra la COVID-19, los Mamos vienen consultando espiritualmente la pertinencia de hacerlo, y consideran que aún no es tiempo, ya que primero deben avanzar en la curación espiritual. Sin embargo, ven pertinente que los vacunadores fortalezcan sus capacidades para que puedan desmitificar algunas creencias que se han extendido no solo en su territorio sino a lo largo y ancho del departamento, por ejemplo, que la vacuna está hecha con la sangre del fallecido mamo De los Santos, o que las vacunas llegan vencidas al territorio o que los hombres pueden perder la virilidad.

Para esta capacitación, las autoridades locales de salud contarán con el apoyo de la Organización Panamericana de la Salud, que estará desarrollando en las próximas semanas una formación a los vacunadores de los municipios del Magdalena. Además se seguirán fortaleciendo estrategias en salud pública y acciones en comunicación para proporcionar a los pueblos los medios necesarios para mejorar su salud y ejercer un mayor control sobre la misma, y así alcanzar un estado adecuado de bienestar físico, mental y social, que le permita a individuos y grupos ser capaces de identificar y realizar sus aspiraciones, satisfacer sus necesidades y de cambiar o adaptarse al medio ambiente, como establece la Carta de Ottawa para la promoción de la salud.

Y mientras llega el tiempo de vacunación los Mamos seguirán haciendo reuniones de saneamiento en favor del territorio y pagamentos de purificación para que la tierra se llene de oxígeno. “Hay sitios donde no se puede pensar mal. Si se piensa mal enferma la tierra, si tienes rabia se enfurece la madre y el padre. Por eso es importante pensar. El pensamiento es equilibrio con la naturaleza y sus mandatos”, asegura el mamo Ramón, al tiempo que se compromete a seguir estudiando la enfermedad para aportar desde su cosmovisión al equilibrio del orden natural del universo, y con esto a la curación de la humanidad entera.