Enfrentar la pandemia y la crisis generada por la COVID-19 ha sido difícil para la mayoría de los bolivianos, mucho más para aquellos en situación de pobreza, economía informal y limitadas oportunidades. En ese escenario, la salud mental puede verse seriamente afectada, con sentimientos de desesperanza y angustia. Pero ¿cómo acceder a ayuda profesional si la preocupación más importante durante la emergencia y las cuarentenas es la sobrevivencia diaria?
En Santa Cruz, Bolivia, un programa público hizo posible atender la salud mental de las personas en situación más vulnerable, con atenciones psicológicas, seguimientos en la comunidad y contención integral.
Ese fue el caso de Rocío Saavedra. Para esta madre de dos hijos, de 7 y 4 años, respectivamente, y con un embarazo de tres meses, las noticias del aumento de los contagios en la ciudad y las medidas de confinamiento estricto la abrumaron por completo.
Rocío estaba sola, su esposo Luis Carlos Chaoba, un recolector de cacao en los bosques tropicales, había quedado en medio camino, impedido de volver a la ciudad por la cuarentena.
Sobreviviendo como caseros (cuidadores) de una vivienda en construcción, cocinando a leña, aunque con agua y luz, Rocío sintió desesperación. “Sin recursos para alimentar a mis hijos, sin contacto con mi esposo en el campo, sin poder salir por las medidas adoptadas a causa de la emergencia sanitaria y sin haber realizado controles de mi embarazo me sentí preocupada, deprimida, desesperada”, relata la joven madre.
Historia de Rocio
Rocío había escuchado de la línea gratuita 168 que el Servicio Departamental de Salud (SEDES) de Santa Cruz, a través del programa de salud mental, había habilitado para ayudar a las personas que sintieran angustiadas por la emergencia. Y sin dudar llamó al centro de llamadas. Con timidez logró explicar lo que sentía y pidió ayuda.
"Todas las personas que necesitan apoyo de salud mental deben sentirse cómodas pidiendo ayuda. Nadie debería sufrir solo y sin apoyo profesional, especialmente ahora. Estos servicios deben ser accesibles y estar integrados a nivel local”, instó a los países la Directora de OPS.
En Santa Cruz ese concepto estuvo claro. La doctora Iracema Justiniano, responsable del programa de salud mental, explica cómo fue el apoyo a Rocío. “Recibió los primeros auxilios psicológicos y una psicóloga evaluó el riesgo de suicidio. Al día siguiente, un Equipo Comunitario de Salud Mental (ECOSAM) visitó el domicilio de la paciente para evaluar su estado emocional, verificar el estado de salud de ella y los niños y también proporcionar ayuda humanitaria”.
El ECOSAM realizó tres visitas domiciliarias de seguimiento y evaluación de la salud mental de Rocío.
Adicionalmente la ayudó a iniciar sus controles prenatales en un centro de salud de 1er nivel cercano a su casa y finalmente, tras la llegada de su esposo, descartó la posibilidad de contagio de COVID-19.
Hace tres meses Rocío no encontraba salida a sus preocupaciones y tenía problemas psicosociales. El equipo comunitario de salud mental celebra que Rocío haya tomado la decisión de usar la línea telefónica de contención emocional, buscando apoyo. Ahora ella se encuentra mejor junto a su familia.
Acciones como esta permiten reducir los efectos provocados por la emergencia sanitaria y otros determinantes de la salud que influyen en la salud mental.
“Esta pandemia nos recuerda, como nunca antes, que la salud mental es fundamental para el bienestar de las personas y las sociedades’, concluyó hace poco la Directora de la OPS.