9 de agosto, 2021
En mayo de 2021, Teófilo Tatayeri contrajo COVID-19, una enfermedad que cómo él mismo dice, “casi me lleva al hueco”. Para evitar repetir esa tragedia que puso en riesgo su vida, cuando supo que en Puerto Nariño estaban vacunando, se negó a esperar que la brigada de salud llegara a su comunidad. Sin pensarlo dos veces, junto a familiares y amigos Yagua de la comunidad Siete de Agosto, decidió embarcarse en una travesía fluvial de dos horas por el río Atacuari para ser vacunado.
En la selva amazónica circulan toda clase de falsas creencias: desde que la vacuna los puede convertir en caimán hasta que el objetivo de las farmacéuticas es robar el ADN indígena. Sin embargo, pobladores como Teófilo están decididos a ponerle el hombro a la protección y no creer en esos demonios que, según la creencia tradicional Yagua, se transforman en seres humanos para engañar a la gente.
Sin embargo, la situación es distinta entre personas de otras de las nueve áreas no municipalizadas del Amazonas colombiano donde habitan pueblos como los Ticunas, Uitotos, Muinanes, Ocainas, Yaguas, Cocamas y Boras. Allí, la desinformación ha hecho carrera y la pandemia sigue siendo una amenaza, algo que pone en riesgo su supervivencia.
Para proteger a estas poblaciones, la Secretaría de Salud de Leticia trabaja contrareloj: por su capacidad para conservar la cadena de frío y la seguridad del biológico, tiene menos de tres meses para aplicar las 7.792 dosis de vacunas que recibieron en julio entre los miembros de las 136 comunidades indígenas que viven dispersos en un territorio del tamaño de Cuba al que se accede principalmente a través de extensos recorridos fluviales.
Por otra parte, el ingreso al territorio exige del diálogo y la concertación con las autoridades indígenas locales, para lo que el Gobierno de Colombia y la autoridad local de salud han decidido contar con el apoyo de la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS).
Endulzar la palabra para salvar vidas
En pleno solsticio de verano, La Chorrera da cuenta de la séptima víctima de la pandemia. Con la reactivación económica y el retorno de los viajes al Amazonas, el virus volvió a propagarse, y es necesario construir puentes entre los saberes ancestrales y los conocimientos basados en evidencia científica para prevenir la enfermedad y salvar vidas.
Así queda establecido en la concertación con las autoridades de los cuatro pueblos indígenas que habitan La Chorrera y en la cual se permite el ingreso de la OPS con una intervención para incrementar la capacidad de los servicios de salud durante emergencias, fortalecer la vigilancia en salud pública de base comunitaria e implementar acciones pedagógicas con enfoque étnico para lograr la prevención de la COVID-19, con énfasis en mejorar el acceso y la aceptación de la vacunación.
Para el coordinador de la vacunación contra la COVID-19 en Amazonas, Edwin Andrés Velásquez, más que un desafío institucional, este es un reto personal. Durante la primera ola, como enfermero de la Unidad de Cuidados Intermedios del Hospital San Rafael, de Leticia, vio morir a muchas personas, conocidas y queridas, quienes a pesar de los cuidados perdieron la batalla.
“La vacunación para mi significa volver a vivir”, dice Velásquez al recordar como con la inmunización se apaciguó el virus. “Después de alcanzar la trágica cifra de 251 muertos, desde que se realizó la vacunación masiva en Leticia, solo una persona vacunada, con una patología de base, ha perdido la vida, y pasan los días sin que haya enfermos por COVID-19 en la Unidad de Cuidados Intensivos”, asegura el enfermero.
En el universo simbólico de los indígenas del Amazonas, las palabras tienen vida, pueden ser forjadoras de vida, traer el bien y el desarrollo; o pueden ser falsas y portadoras de enfermedad, crisis y conflictos. De ahí que la concertación sea asumida sin prisa y con total rigurosidad para que se pueda llegar a acuerdos en lo fundamental, y el objetivo común de salvar vidas sea alcanzado.
Hasta finales de julio, se ha logrado la concertación en La Chorrera, Tarapacá y Puerto Arica, y en menos de tres semanas los vacunadores, junto con la voz de sabedoras y parteras afines a la inmunización, llegaron a los rincones más alejados de la selva tropical donde han aplicado el 33 por ciento de las dosis disponibles.
De nuevo en Leticia, varios escuadrones de vacunadores de la Secretaría de Salud parten en lanchas hacia distintos destinos del Amazonas, en brigadas que se extenderán durante 22 días. Van acompañados de un traductor indígena que se encargará de explicar qué es la enfermedad, qué es la vacuna y por qué es importante para prevenir la COVID-19 en los pueblos indígenas del Amazonas. Con ese conocimiento, las personas tomarán en forma libre decisiones informadas sobre su vacunación.
Uno de los vacunados es Gabino, el tesorero del Resguardo Indígena UITIBOC, quién gracias al mambe, y su poder para el entendimiento logró discernir las `palabras dulces´ que llegan con la promoción de la vacunación y que buscan que nadie se quede atrás durante la pandemia, tampoco en la Amazonía colombiana.
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Protegiendo la salud de los pueblos indígenas frente a la COVID-19 en las Américas