Buenas tardes y gracias por participar en esta sesión.
Desde la semana pasada, la pandemia de COVID-19 en las Américas se ha intensificado, afectando la vida de más personas en más comunidades cada día.
Al 30 de marzo, en la Región de las Américas se han registrado 163.068 casos confirmados y 2.836 personas han perdido la vida. Nuestra región ha entrado en una nueva fase, en la que muchos países están reportando sobre transmisión comunitaria. La pandemia en las Américas se va a intensificar y empeorar antes de que mejore mejorar, tal como hemos visto en otras regiones del mundo.
Sin embargo, pese a los desafíos que tenemos por delante, hay razones para la esperanza que deberían alentarnos a actuar ahora. Me gustaría compartir algunos con ustedes hoy.
Primero, hemos enfrentado amenazas antes. La Organización Panamericana de la Salud ha estado trabajando con las personas y los países de las Américas para combatir enfermedades mortales y controlar brotes durante casi 120 años. Nuestra región ha estado libre de polio durante 25 años; fuimos líderes en la erradicación de la viruela; y estamos haciendo progresos constantes hacia la eliminación de la malaria. Yo creo que podemos hacer frente a la COVID-19.
En los últimos 40 años, muchos de nuestros países miembros han desarrollado sistemas de salud y una fuerza laboral de salud que está preparada para enfrentar desafíos serios, incluso en un contexto de desigualdad y recursos limitados. La importancia de sistemas de salud fuertes y resilientes basados en la Atención Primaria de la Salud nunca ha sido más evidente. De hecho, la COVID-19 pondrá a prueba a nuestros sistemas y servicios de salud.
Ya estamos trabajando duro con los gobiernos de toda la región para fortalecer nuestra respuesta de salud pública. Todas las oficinas de país de la OPS están apoyando a los Estados miembros para planificar, preparar y responder a la COVID-19, trabajando las 24 horas con personal de salud nacional. Además, la OPS ha aumentado las actividades de entrenamiento de manera de asegurar que los países puedan utilizar rápidamente los recursos disponibles para responder a este brote. La semana pasada, convocamos a las autoridades reguladoras nacionales para analizar cómo podríamos aprovechar mejor la información y los recursos para garantizar la seguridad y la calidad de los productos médicos, especialmente las pruebas.
La segunda razón para la esperanza es que todavía tenemos una ventana de tiempo para actuar. Hay pasos que cada país puede tomar para frenar la propagación del virus, reducir el impacto en los sistemas de salud y salvar vidas. Pero solo si actuamos ahora. Lo que hagamos hoy determinará la capacidad de nuestros sistemas de salud para salvar vidas mañana.
Los países deben realizar inversiones nacionales ahora para fortalecer sus sistemas y servicios de salud, construyendo sistemas de salud resilientes que tengan la capacidad de detectar, responder y aumentar la capacidad para abordar la amenaza, al mismo tiempo que garantizan la prestación de servicios de salud para todos los que los necesitan.
No puedo enfatizar lo suficiente que los países deben tomar medidas urgentes para preparar hospitales y centros de salud para lo que viene: una afluencia de pacientes con COVID-19 que necesitarán espacio hospitalario, camas, profesionales de la salud y equipos médicos. Los gobiernos a nivel nacional y local deben organizar los sistemas de salud basándose en el supuesto de que sus áreas se verán afectadas. Este virus no ha sido y no será detenido por los bordes dibujados en los mapas.
Los países deben proteger a su personal de salud como nunca antes. Deben estar capacitados sobre cómo evitar infecciones, tener acceso a suministros adecuados de equipos de protección a largo plazo. También es nuestro deber protegerlos y cuidarlos, ya que estarán en la primera línea de esta batalla.
Los países deben decidir qué medidas de distanciamiento social deben implementarse, cómo y por cuánto tiempo. Estos incluyen la cancelación de reuniones masivas, cierre de escuelas y negocios, teletrabajo y medidas voluntarias o legalmente obligatorias referidas a quedarse en casa. Tales medidas pueden parecer drásticas, pero son la única forma de evitar que los hospitales se vean abrumados por demasiadas personas enfermas en un período de tiempo muy corto. Las medidas deben implementarse lo antes posible después de determinar el escenario de transmisión. Sobre la base de la experiencia de países en regiones distintas de las Américas, parece prudente planificar la implementación de medidas por, al menos, dos o tres meses.
Sin evidencia sólida sobre tratamientos efectivos y sin vacunas disponibles, el distanciamiento social y otras medidas preventivas agresivas siguen siendo nuestra mejor apuesta para prevenir las consecuencias más graves de la pandemia de COVID-19 en nuestra región. Este momento exige un liderazgo audaz y compasivo.No será fácil, y sabemos que le pediremos a las personas que se adapten a una situación extraordinaria que está impactando todo en sus vidas. Pero permítanme enfatizar esto una vez más: esta pandemia es grave y necesitamos hacer todo lo que esté a nuestro alcance para mitigar el impacto de COVID-19 en nuestros pueblos. Y el mejor momento para hacerlo es ahora, antes de que los hospitales y los trabajadores de la salud se vean abrumados.
La tercera razón para la esperanza y la acción es que nos tenemos el uno al otro.
Aunque muchos de nosotros pasamos tiempo separados para protegernos a nosotros mismos y a los demás, estamos conectados como nunca antes. Compartimos este desafío y también compartiremos las soluciones.
Lo que suceda en las próximas semanas dependerá en gran medida de nuestros esfuerzos conjuntos, de trabajar y actuar juntos, incluso si estamos físicamente separados. La solidaridad en nuestra región nunca ha tenido un significado más profundo que el de hoy. La única forma de salir de esta situación será si todos hacen su parte, mientras apoyan a los demás.
Los países deben trabajar juntos: compartir recursos, experiencia y tomar decisiones conjuntas que aceleren el acceso a los servicios de salud, promuevan la investigación y la innovación, y aumenten nuestra capacidad de hacer frente. La OPS continuará, como siempre lo ha hecho, para ayudar a facilitar estos intercambios entre países. Nos guiamos por dos pilares: la evidencia científica que impulsa la respuesta global a la COVID-19 y la solidaridad que nos ha fortalecido en los últimos 120 años.
Necesitamos combinar nuestra solidaridad con la mejor ciencia posible para asegurar que las acciones que tomamos sean proporcionales a la escala de esta pandemia. Es la ciencia y la solidaridad lo que nos permitirá a todos en las Américas controlar la propagación de COVID-19, cuidar a los que se enferman y, en última instancia, salvar muchas vidas.