De hecho, un análisis de la epidemia de ébola de 2014-2015 sugiere que el número de muertes causadas por el sarampión, la malaria, el sida y la tuberculosis atribuibles a deficiencias del sistema de salud superó el de muertes por ébola.
En diciembre del 2019 se identificó un nuevo coronavirus (SARS-CoV-2) como el agente causal de una enfermedad respiratoria aguda grave (COVID-19). El virus pronto se propagó entre diferentes países y la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró una pandemia el 11 de marzo del 2020. Existen todavía algunas incertidumbres en la historia natural del SARS-CoV-2, que incluyen las fuentes, los mecanismos de transmisión y la persistencia del virus en el medio ambiente. La transmisión de persona a persona está documentada, con un período de incubación de 2 a 14 días. Por el momento, no hay una vacuna disponible contra la COVID-19. La OMS ha impulsado un proyecto, que tiene como objetivo coordinar y acelerar el desarrollo de una vacuna. A fecha de 23 de abril del 2020, hay 6 vacunas candidatas que han iniciado ensayos clínicos y 77 que se encuentran en fase preclínica.
Mientras tanto, en el contexto de la pandemia de COVID-19, los sistemas de salud se enfrentan a un incremento rápido de la demanda. Cuando los sistemas de salud están abrumados, tanto la mortalidad directa causada por el brote como la mortalidad indirecta debida a enfermedades prevenibles y tratables aumentan drásticamente. De hecho, un análisis de la epidemia de ébola de 2014-2015 sugiere que el número de muertes causadas por el sarampión, la malaria, el sida y la tuberculosis atribuibles a deficiencias del sistema de salud superó el de muertes por ébola. Por tanto, la OMS recomienda que la vacunación se considere un servicio de salud esencial que no debe de ser interrumpido.