Alexis Guilarte, adjunto a la División de Salud Respiratoria

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El mismo mes de su graduación, julio de 1979, comenzó a trabajar como médico rural en la población de El Clavo, estado Miranda, y desde entonces se encuentra al servicio de la salud. Alexis Guilarte suma cuatro décadas con la bata puesta, en una prolija trayectoria que le ha permitido desempeñar diversas funciones asistenciales, docentes y administrativas.

La salud pública llegó temprano y se quedó con Guilarte. Cuando apenas cumplía un par de semanas como médico rural, recibió una visita de supervisión. Él pensó que tenía todo controlado, bajo el estricto orden que lo caracteriza, pero más allá de lo asistencial, las preguntas estaban orientadas hacia la protección de la salud de la comunidad. Aspectos que no manejaba. “Al principio fue incómodo, pero eso me motivó y empecé a estudiar mucho más”, cuenta Guilarte.

Se interesó por las metas, los indicadores, y se animó a hacer el Curso Medio de Salud Pública. “Fue enriquecedor ver más allá de la salud de las personas, analizar la salud de las comunidades, la salud colectiva”, asevera Guilarte. Cuando culminó el Curso fue nombrado como director del Hospital General de Higuerote.

El novel médico ya empezaba a perfilarse como un líder de la salud. Pronto fue promovido como director del Centro de Salud Ernesto Régener, en Río Chico, y, a la vez, era el jefe del Distrito Sanitario, ubicado en el municipio Páez, estado Miranda. Guilarte también cumplía funciones académicas. Era coordinador de los estudiantes del internado rotatorio de pregrado de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y también coordinaba la actividad de los internos de posgrado de los hospitales Pérez Carreño y Los Magallanes de Catia.

En 1983, concursó para hacer el posgrado de Medicina Interna del Hospital Vargas. Entonces vino un posgrado tras otro, primero Medicina Interna, del cual egresó en 1985, y después Neumonología Clínica, en el Hospital José Ignacio Baldó, culminado en 1987.

Recuerda con precisión que, el 1.º de febrero de 1988, comenzó a trabajar como médico adjunto en el mismo Hospital José Ignacio Baldó y en diciembre del mismo año fue designado como jefe del Departamento de Tuberculosis y Enfermedades Pulmonares, posición que ocupó hasta 2006, cuando tuvo que separarse del cargo por motivos de salud.

La transición fue leve, pues asumió la doctora Mercedes España, quien era su adjunta. “Se invirtieron los roles. Nosotros fuimos compañeros en el posgrado. Nos conocemos desde hace bastante tiempo y siempre hemos trabajado en equipo”, cuenta afablemente.

De 2010 a 2014, Guilarte fue designado por el Ministerio de Salud de Venezuela como director general de Programas de Salud. “El reto en la Dirección de Programas fue la organización. Tenía bajo mi responsabilidad 19 programas de salud. Ahí aprendí la importancia de escuchar a los compañeros. En un cargo de responsabilidad uno puede perder la perspectiva, por eso hay que escuchar a todos los compañeros, sin distingo de su jerarquía, para poder estar en la realidad y tomar las decisiones más certeras”, asegura.

Actualmente es adjunto a la División de Salud Respiratoria del Ministerio del Poder Popular para la Salud. Su oficina continúa impecable en el complejo hospitalario El Algodonal, Antímano, Caracas.

—¿Un reto relevante que haya tenido que enfrentar durante su carrera?

—Enfrentar la resistencia a las drogas antituberculosas. Al comienzo de la década del 2000, ya se vislumbraba como un problema en varios países del mundo. Por lo que empezamos a hacer la vigilancia a las drogas antituberculosas. Trabajé en la primera investigación de resistencia que se hizo. Junto con la doctora Mercedes España, hicimos trabajos de investigación, con participación de otras instituciones como el Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela, Universidad de Carabobo, Centro Amazónico de Investigación y Control de Enfermedades Tropicales "Simón Bolívar", Instituto de Biomedicina, para poder conocer más sobre el problema de la tuberculosis y adaptarnos a los tiempos actuales.

—De sus trabajos de investigación, ¿cuál destacaría?

—La genotipificación de todas las micobacterias que estaban circulando en Venezuela, las cuales fueron recolectadas en la Primera Encuesta Nacional de Resistencia. La investigación se hizo en colaboración con la Universidad de Zaragoza. Fuimos coautores en el trabajo de posgrado de la doctora Liselotte Aristimuño, publicado en 2006.

La encuesta se realizó como parte de un proyecto coordinado por la Unión Internacional Contra la Tuberculosis y Enfermedades Pulmonares y la Organización Panamericana de la Salud / Organización Mundial de la Salud (OPS /OMS).

Este estudio dio una primera visión general de las cepas de Mycobacterium tuberculosis que circulan en Venezuela y puede ayudar en la creación de una base nacional de datos que será un valioso apoyo para realizar nuevos estudios.

La Segunda Encuesta Nacional de Resistencia ahora está en proceso de verificación, aun cuando se terminó en 2012, porque necesitamos controles de calidad de laboratorios de referencia internacional.

—¿Qué trabajos ha hecho con OPS?

—Desde el año 1999 hasta 2006, todos los informes de tuberculosis se hicieron y publicaron con el apoyo de la OPS. Estos informes nos servían para evaluarnos y definir la dirección que queríamos llevar desde el punto de vista de políticas de salud. Siempre la OPS nos ha apoyado en la capacitación de los recursos humanos, en la evaluación anual del programa, nos han brindado asesoría técnica. Con el apoyo de la OPS también hemos trabajado en proyectos de tuberculosis en personas privadas de libertad, TB y VIH.

Guilarte participó recientemente, en junio 2018, en la formulación del llamado “plan maestro” que busca fortalecer la respuesta al VIH, la tuberculosis y la malaria en Venezuela.

—¿Por qué dedicarse a la lucha antituberculosa?

— Soy docente de Salud Pública en la escuela José María Vargas de la Universidad Central de Venezuela. Trato de darle a conocer a los estudiantes que lo más importante es tener empatía con el paciente, ponerse en sus zapatos. No podemos estar en un pedestal, sino al lado de los pacientes, acompañándolos.

En todo el mundo la tuberculosis continúa siendo un problema de salud pública. Es un problema que tiene altas implicaciones desde el punto de vista social. No es solo dar el tratamiento estandarizado. Eso es sencillo. Lo complejo es acompañar al paciente desde el punto de vista social, que el equipo de salud tenga empatía y que lo acompañe en el camino hacia su salud.

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