El último informe sobre El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo revela que se está produciendo un retroceso en los esfuerzos por eliminar el hambre y la malnutrición
Roma/Nueva York, 6 de julio de 2022 -- El número de personas que padecen hambre en el mundo aumentó hasta alcanzar los 828 millones de personas en 2021, lo que supone un aumento de unos 46 millones desde 2020 y de 150 millones desde el brote de la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-19) (1), según un informe de las Naciones Unidas en el que se aportan nuevas pruebas que muestran que el mundo se está alejando de su objetivo de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición en todas sus formas de aquí a 2030.
En la edición de 2022 del informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo (SOFI) se presenta información actualizada sobre la situación de la seguridad alimentaria y la nutrición en todo el mundo, incluidas las últimas estimaciones sobre el costo y la asequibilidad de las dietas saludables. Además, en el informe se plantean las formas en que los gobiernos pueden reorientar el apoyo que actualmente prestan a la agricultura para reducir el costo de las dietas saludables, teniendo en cuenta los limitados recursos públicos disponibles en muchas partes del mundo.
El informe, publicado hoy, ha sido elaborado conjuntamente por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA), la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Programa Mundial de Alimentos (PMA) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).
Las cifras describen un panorama desalentador:
- Hasta 828 millones de personas han padecido hambre en 2021: 46 millones de personas más que el año anterior y 150 millones más que en 2019.
- Tras permanecer relativamente sin cambios desde 2015, el porcentaje de personas afectadas por el hambre se disparó en 2020 y siguió aumentando en 2021, hasta alcanzar el 9,8 % de la población mundial, frente a los porcentajes del 8 % registrado en 2019 y el 9,3 % en 2020.
- Alrededor de 2 300 millones de personas en el mundo (29,3 %) se encontraban en situación de inseguridad alimentaria moderada o grave en 2021, esto es, 350 millones de personas más que antes del brote de la pandemia de la COVID‑19. Cerca de 924 millones de personas (el 11,7 % de la población mundial) afrontaron niveles graves de inseguridad alimentaria, lo que supone un aumento de 207 millones en un intervalo de dos años.
- La brecha de género en relación con la inseguridad alimentaria siguió aumentando en 2021: el 31,9 % de las mujeres del mundo padecía inseguridad alimentaria moderada o grave, en comparación con el 27,6 % de los hombres, una brecha de más de 4 puntos, en comparación con los 3 puntos porcentuales registrados en 2020.
- En 2020, casi 3 100 millones de personas no pudieron permitirse mantener una dieta saludable, es decir, 112 millones más que en 2019, lo cual refleja los efectos de la inflación de los precios de los alimentos al consumidor derivada de las repercusiones económicas de la pandemia de la COVID-19 y las medidas adoptadas para contenerla.
- Se calcula que 45 millones de niños menores de cinco años padecían emaciación, la forma más mortífera de malnutrición, que aumenta hasta 12 veces el riesgo de mortalidad infantil. Además, 149 millones de niños menores de cinco años sufrían retraso en el crecimiento y el desarrollo debido a la falta crónica de nutrientes esenciales en su dieta, mientras que 39 millones tenían sobrepeso.
- Se están logrando progresos en cuanto a la lactancia materna exclusiva, ya que casi el 44 % de los bebés menores de seis meses de todo el mundo fueron alimentados exclusivamente con leche materna en 2020. Esta cifra sigue estando lejos del objetivo del 50 % fijado para 2030. Un dato muy preocupante es que dos de cada tres niños carecen de la dieta diversa mínima que necesitan para crecer y desarrollarse plenamente.
- De cara al futuro, se prevé que casi 670 millones de personas (el 8 % de la población mundial) seguirán pasando hambre en 2030, aun teniendo en cuenta una recuperación económica mundial. Se trata de una cifra similar a la de 2015, cuando se estableció el objetivo de acabar con el hambre, la inseguridad alimentaria y la malnutrición para finales de esta década en el marco de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible.
En el momento de la publicación de este informe, la guerra que se está librando en Ucrania, en la que están implicados dos de los mayores productores mundiales de cereales básicos, semillas oleaginosas y fertilizantes, está perturbando las cadenas de suministro internacionales y provocando un aumento de los precios de los cereales, los fertilizantes y la energía, así como de los alimentos terapéuticos listos para el consumo destinados al tratamiento de la malnutrición grave infantil. Esta situación se produce en un momento en el que las cadenas de suministro ya se están viendo perjudicadas por los cada vez más frecuentes fenómenos climáticos extremos, especialmente en los países de bajos ingresos, y tiene consecuencias que pueden llegar a ser muy preocupantes para la seguridad alimentaria y la nutrición a nivel mundial.
“En el presente informe se destaca repetidamente la intensificación de los principales factores de la inseguridad alimentaria y la malnutrición, a saber, los conflictos, los fenómenos climáticos extremos y las perturbaciones económicas, en combinación con el aumento de las desigualdades”, escribieron en el prólogo de la edición de este año los jefes de los cinco organismos de las Naciones Unidas (2). “La cuestión ahora no es si las adversidades seguirán produciéndose o no, [...] sino que deberíamos estar adoptando medidas más audaces para crear resiliencia ante ellas”.
Adaptación de las políticas agrícolas
En el informe se destaca de manera notable que el apoyo mundial al sector alimentario y agrícola representó un promedio anual de casi 630 000 millones de USD entre 2013 y 2018. La mayor parte de ese apoyo se destina a los agricultores individualmente, a través de las políticas sobre comercio y mercados y de subvenciones fiscales. No obstante, en gran parte, este apoyo no solo distorsiona el mercado, sino que tampoco está llegando a muchos agricultores, daña el medio ambiente y no promueve la producción de alimentos nutritivos que conforman una dieta saludable. Esto se debe, entre otras cosas, al hecho de que las subvenciones suelen dirigirse a la producción de alimentos básicos, lácteos y otros alimentos de origen animal, especialmente en los países de ingresos altos y los países de ingresos medianos altos. El arroz, el azúcar y las carnes de diversos tipos son los alimentos que más incentivos reciben a nivel mundial, mientras que las frutas y las hortalizas reciben un apoyo relativamente menor, sobre todo en algunos países de ingresos bajos.
Ante la amenaza de una recesión mundial y las consecuencias que comporta para los ingresos y gastos públicos, una forma de contribuir a la recuperación económica pasa por adaptar el apoyo a la alimentación y la agricultura para destinarlo a alimentos nutritivos allí donde el consumo per cápita aún no alcanza los niveles recomendados para una dieta saludable.
Los datos sugieren que, si los gobiernos adaptan los recursos que están utilizando para incentivar la producción, la oferta y el consumo de alimentos nutritivos, contribuirán a hacer las dietas saludables menos costosas y más asequibles y equitativas para todas las personas.
Por último, en el informe también se señala que los gobiernos podrían hacer más por reducir los obstáculos al comercio de alimentos nutritivos como las frutas, las hortalizas y las legumbres.
(1) Se estima que en 2021 padecían hambre entre 702 y 828 millones de personas. El cálculo se presenta en forma de rango con el fin de reflejar la incertidumbre añadida en la recopilación de datos debido a la pandemia de la COVID-19 y las restricciones asociadas. Los incrementos se miden tomando como referencia el punto medio del rango estimado (768 millones).
(2) Por la FAO: QU Dongyu, Director General; por el FIDA: Gilbert F. Houngbo, Presidente; por la OMS: Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General; por el PMA: David Beasley, Director Ejecutivo; por el UNICEF: Catherine Russell, Directora Ejecutiva.
En sus palabras
Señor QU Dongyu, Director General de la FAO: “Los países de ingresos bajos, donde la agricultura resulta esencial para la economía, el empleo y los medios de vida rurales, disponen de escasos recursos públicos para su adaptación. La FAO se compromete a seguir trabajando con estos países en la búsqueda de oportunidades que permitan incrementar la prestación de servicios públicos en beneficio de todos los actores de los sistemas agroalimentarios”.
Señor Gilbert F. Houngbo, Presidente del FIDA: “Son cifras deprimentes para la humanidad. Seguimos alejándonos de nuestro objetivo de acabar con el hambre de aquí a 2030. Lo más probable es que los efectos de la crisis alimentaria mundial vuelvan a empeorar el resultado el próximo año. Necesitamos un enfoque de mayor intensidad para acabar con el hambre; el FIDA está preparado para cumplir con su parte ampliando sus operaciones y sus repercusiones. Esperamos contar con el apoyo de todos”.
Señora Catherine Russell, Directora Ejecutiva del UNICEF: “La magnitud sin precedentes de la crisis de malnutrición requiere una respuesta sin precedentes. Debemos redoblar nuestros esfuerzos para garantizar que los niños más vulnerables tengan acceso a dietas nutritivas, inocuas y asequibles, así como a servicios de prevención, detección y tratamiento tempranos de la malnutrición. Con la vida y el futuro de tantos niños en juego, este es el momento de intensificar nuestra ambición por la nutrición infantil; no podemos perder el tiempo”.
Señor David Beasley, Director Ejecutivo del PMA: “Existe un peligro real de que estas cifras aumenten aún más en los próximos meses. La subida global de los precios de los alimentos, el combustible y los fertilizantes que estamos presenciando como consecuencia de la crisis en Ucrania amenaza con abocar a países de todo el mundo a la hambruna. Como consecuencia, se producirá una desestabilización mundial, hambre y migraciones masivas a un nivel sin precedentes. Tenemos que actuar hoy para evitar esta catástrofe inminente”.
Señor Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS: “Cada año mueren 11 millones de personas a causa de dietas poco saludables. El aumento de los precios de los alimentos significa que esto no hará más que empeorar. La OMS apoya los esfuerzos de los países por mejorar los sistemas alimentarios mediante la imposición de impuestos a los alimentos poco saludables y la concesión de subvenciones a las opciones saludables, la protección de los niños frente a la comercialización perjudicial y la garantía de etiquetas nutricionales claras. Debemos colaborar para alcanzar las metas mundiales de nutrición para 2030, para combatir el hambre y la malnutrición, y para garantizar que los alimentos sean una fuente de salud para todos”.
GLOSARIO
Inseguridad alimentaria aguda: la inseguridad alimentaria aguda se define como un estado de inseguridad alimentaria, en un área concreta y en un momento determinado, que reviste una gravedad tal que amenaza las vidas humanas o los medios de subsistencia, independientemente de las causas, el contexto o la duración. A este respecto, resulta pertinente proporcionar orientación estratégica que se centre en objetivos a corto plazo para prevenir, mitigar o reducir los efectos de la inseguridad alimentaria.
Hambre: sensación incómoda o de dolor causada por un consumo insuficiente de energía alimentaria. Privación de alimentos. En este informe, el término “hambre” es sinónimo de subalimentación crónica y se cuantifica mediante la prevalencia de la subalimentación.
Malnutrición: estado fisiológico anormal debido a un consumo insuficiente, desequilibrado o excesivo de macronutrientes o micronutrientes. La malnutrición incluye la desnutrición (retraso del crecimiento y emaciación infantiles, y carencias de vitaminas y minerales), así como el sobrepeso y la obesidad.
Inseguridad alimentaria moderada: nivel de gravedad de inseguridad alimentaria en el cual las personas afrontan incertidumbres sobre su capacidad para obtener alimentos y se han visto obligadas a reducir, en ocasiones durante el año, la calidad o la cantidad de alimentos que consumen debido a la falta de dinero u otros recursos. Hace referencia a una falta de acceso continuado a los alimentos, lo cual disminuye la calidad de la dieta y altera los hábitos alimentarios normales. Se mide sobre la base de la escala de experiencia de inseguridad alimentaria.
Inseguridad alimentaria grave: nivel de gravedad de inseguridad alimentaria en el cual, en algún momento del año, las personas se han quedado sin alimentos, sufren hambre y, en el caso más extremo, pasan uno o más días sin comer. Se mide sobre la base de la escala de experiencia de inseguridad alimentaria.
Subalimentación: condición en la cual el consumo habitual de alimentos de un individuo es insuficiente para proporcionarle la cantidad de energía alimentaria necesaria a fin de llevar una vida normal, activa y sana. La prevalencia de la subalimentación se emplea para medir el hambre (indicador 2.1.1 de los ODS).