La pandemia de la COVID-19 ha incidido en la vida de las personas de diferentes maneras, y las consecuencias generadas por esta situación incluye afectaciones a la salud mental. Además de miedo por la posibilidad de padecer la enfermedad y dolor por la pérdida de seres queridos, las familias han experimentado mucho estrés, ocasionado por la cuarentena prologada y el deterioro de factores socioeconómicos en los distintos países. Es por ello que, en la actualidad, cobra especial importancia la atención al suicidio; un problema de salud mundial que desde hace tiempo demanda la intervención de gobiernos y otros actores sociales.
Con este contexto de fondo, y a propósito de celebrarse recientemente el Día Mundial de la Prevención del Suicidio, el Organismo Andino de Salud Convenio Hipólito Unanue (ORAS – CONHU), en colaboración con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), organizaron el panel virtual “Creando esperanza a través de la acción”. El objetivo del encuentro fue promover el intercambio de experiencias y conocimientos para ayudar a prevenir esa dañina conducta en las Américas.
Las palabras de bienvenida fueron pronunciadas por la Dra. María del Carmen Calle Dávila, Secretaria Ejecutiva de ORAS – CONHU; mientras que la conducción corrió a cargo de la Dra. Gloria Lagos Eyzaguirre, Gerente de Líneas Estratégicas y Cooperación Internacional del mismo organismo. La agenda del evento estuvo conformada por tres ponencias, dedicadas a comentar sobre la situación del suicidio en la región; la conducta suicida en Perú durante la pandemia de la COVID-19; y el Programa de Prevención de la Conducta Suicida en Cuba.
La aproximación a este último tema, presentado por el Dr. Ramón Felipe Prado Rodríguez, Especialista de Primero y Segundo Grado en Psiquiatría del Hospital “General Calixto García”, permitió conocer diferentes características de la conducta suicida en la isla y de la labor preventiva que se realiza. A finales de los ochenta, cuando comenzó el programa al que se hace referencia, había una tasa de suicidio en el país por encima de 20 por cada 100 000 habitantes, y en estos momentos se encuentra en 13 aproximadamente. Sin dudas, ha habido una marcada disminución, pero no por ello ha dejado de ser un asunto al que se le brinda mucha prioridad.
En cuanto a la distribución de los suicidios por grupos de edades, el Dr. Prado Rodríguez, que estuvo acompañado de la Dra. Beatriz Corona Mirando, del Instituto Nacional de Higiene, Epidemiología y Microbiología (INHEM), comentó que las personas mayores de 60 años tienen las tasas más elevadas; un comportamiento histórico que se ha mantenido de esa forma por más de tres décadas. En relación con el sexo, se conoció que alrededor del 70% de los suicidios en Cuba ocurre en hombres; aunque, entre 2011 y 2019, la frecuencia de intentos suicidas por cada suicidio consumado fue superior en las mujeres respecto a los hombres: 31.7 y 3.5 intentos, respectivamente. Asimismo, en la medida que avanza la edad, los intentos suicidas disminuyen, pero aumenta la posibilidad de consumarlos.
De acuerdo con la estratificación del riesgo en el país, según las tasas de suicidio para todos los grupos de edades, hay cuatro provincias de muy alto riesgo: Las Tunas, Holguín, Villa Clara y Sancti Spíritus; a las cuales siguen Mayabeque, Artemisa, Matanzas y Camagüey, con un riesgo que igual se cataloga alto. Estos datos ayudan a dirigir las acciones investigativas en el territorio nacional para tratar de modificar la situación en aquellos lugares más afectados por este problema.
Respecto al Programa de Prevención de la Conducta Suicida en Cuba, se explicó que sus principales objetivos son reducir la morbilidad por intento suicida, así como la mortalidad por suicidio consumado. Tales propósitos son coherentes con los planteados en la Guía de la Organización Mundial de la Salud (OMS) “Vivir la vida”, también enfocada en la prevención de esta problemática. El Programa incluye varias acciones para trabajar en esa dirección, entre las que destaca la capacitación al personal de salud, educadores, decisores y personas clave dentro de las comunidades.
Se realiza un fuerte trabajo en el primer nivel de atención, que no solo se ocupa de la asistencia, sino que, además, incorpora la prevención, promoción de salud y rehabilitación. En cada municipio hay un centro de salud mental y hay equipos básicos de salud integrados a esta labor, con enfermeras, trabajadores sociales, psicólogos, médicos, especialistas en adicción y otros. Se trabaja de manera intersectorial, con ministerios como el de Educación, Deporte y Recreación, Trabajo y Seguridad Social, Cultura. Unido a ello, se cuenta con la colaboración de otras instituciones y diferentes organizaciones, como la Federación de Mujeres Cubanas. De tal modo, se puede tratar desde una perspectiva integral un problema tan complejo como el suicidio.
A la par, existe un fuerte sistema de vigilancia para conocer los intentos suicidas, sus principales características y circunstancias, e identificar a las personas con riesgos, para alertar a las autoridades sanitarias en el primer nivel de atención. Además, el personal de salud en Cuba debe declarar de forma obligatoria cuando detectan un hecho de este tipo, y están creados los mecanismos para recoger toda la información posible. Todo ello permite, luego de que se ejecute la atención necesaria para preservar la vida, dar el seguimiento que se requiera y ayudar a prevenir nuevos intentos.
Es conocido que la conducta suicida constituye un fenómeno multicausal, aunque existen factores determinantes y precipitantes. Hay trastornos mentales que representan mayor riesgo, como la depresión y la esquizofrenia; igualmente está el consumo de alcohol y drogas, la presencia de enfermedades crónicas y la situación creada por la COVID-19, que no se puede dejar de mencionar, porque ya está teniendo un impacto en diferentes partes del mundo y también en la isla. Otros factores que históricamente han sido determinantes son la pobreza, la emigración y el estigma.
Según afirmó en el panel el Dr. Renato Oliveira e Souza, Jefe del Departamento de Enfermedades No Transmisibles y Salud Mental de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), el suicidio sigue siendo un importante problema de salud en las Américas. Hubo un promedio de 93 737 muertes por esta causa por año entre 2015-2019; y la tasa de mortalidad por suicidio en la región aumentó en un 17% entre el 2000 y el 2019. En este contexto, Cuba se encuentra entre los países con una tasa superior a 10 por cada 100 000 habitantes. De ahí que los esfuerzos antes comentados, y otros que se tenga previsto impulsar, sigan siendo muy oportunos y relevantes.
La OPS recomienda tener en cuenta cuatro intervenciones efectivas para la prevención del suicidio: limitar el acceso a los medios de suicidio; interactuar con los medios de comunicación para informar responsablemente sobre el tema; fomentar las habilidades socioemocionales para la vida en adolescentes; e identificar, evaluar, manejar y hacer un seguimiento temprano de cualquier persona afectada por comportamientos suicidas.