22 Nov 2023
Incentivar el desarrollo de vacunas dirigidas a mitigar infecciones críticas es una prioridad actualmente, no solo para proteger la salud de la población, sino como una herramienta eficaz en la lucha contra la resistencia antimicrobiana (RAM).
Ese sería el caso esperado al tener vacunas contra enfermedades como la gonorrea, que brindaría protección contra la que hoy es considerada la segunda infección de transmisión sexual de mayor impacto en el mundo, causada por la bacteria Neisseria gonorrhoeae que es, a su vez, una de las más resistentes. Bajo esta premisa, las autoridades mundiales de salud se han fijado unos objetivos específicos.
“En primer lugar, expandir el uso de las vacunas que están aprobadas que pueden y tienen impacto sobre la resistencia. Segundo, desarrollar nuevas vacunas que contribuyan a la prevención de la RAM; obviamente a corto plazo no tenemos vacunas contra gérmenes tan complejos; pero sí hay nuevos enfoques para poder mitigar este tema y, finalmente, expandir y compartir el conocimiento sobre este impacto que tienen las vacunas”, precisa el doctor Carlos Torres, pediatra infectólogo, docente de la universidad de El Bosque, quien lidera un estudio latinoamericano sobre la vacunación como herramienta para combatir la resistencia antimicrobiana, del que hacen parte la Universidad Internacional de Florida (FIU), la Sociedad Latinoamericana de Infectología Pediátrica (SLIPE) y la Sociedad Colombiana de Pediatría (SCP).
Relación favorable
Las vacunas tienen diferencias importantes con los antimicrobianos, sus efectos son distintos y no interactúan directamente con los patógenos. Sin embargo sí contribuyen a disminuir la resistencia.
En esencia, “con los biológicos se protegen individuos y disminuyen las infecciones e, incluso, se reduce el riesgo de complicaciones si estas aparecen; con un menor riesgo de infección, hay menos uso de antibióticos y menor presión sobre las bacterias. Pero, además, se protege a la comunidad, porque esto conlleva una protección colectiva o de rebaño”, indica el doctor Iván Felipe Gutiérrez Tobar, infectólogo pediatra, de la Clínica Infantil Santa María del Lago y de la Clínica Infantil Colsubsidio.
Por su parte, el doctor Carlos Alberto Morales Pertuz, miembro de la Asociación Colombiana de Infectología (ACIN), de la Sociedad de Enfermedades Infecciosas de América y consultor de OPS, destaca el papel de las vacunas como “esas intervenciones que pueden impactar, más allá de lo que tradicionalmente se utiliza, la optimización y el control de los antibióticos”. Cita una modelación que se realizó con 10 vacunas, que se desplegaron tanto en patógenos bacterianos como virales (hepatitis B, influenza B, papiloma humano, sarampión, neumococo, rotavirus y fiebre amarilla) durante 10 años, evitando 37 millones de muertes.
En Sudáfrica, otro ejemplo, se implementó el uso de vacunas contra neumococo, tanto la conjugada como la de serotipos, lo que permitió una reducción de 67% de infecciones invasivas por neumococo resistente a penicilina.
De igual forma, la introducción proyectada de una vacuna contra Salmonella typhi en 73 países dentro de la iniciativa Gavi, alianza para las vacunas, permite calcular una reducción de un 44% los episodios de fiebre tifoidea, de los cuales casi el 35% son multidrogoresistentes, ayudando a su vez a disminuir la diseminación tanto de la salmonella multidrogoresistente como la extremadamente resistente.
“Se espera que el uso generalizado de la vacuna antitifoidea conjugada en los países afectados, además de reducir la carga de la enfermedad donde es endémica y salvar vidas, reduzca la necesidad de tomar antibióticos para tratarla, y frene el aumento de la resistencia a los antibióticos en S. Typhi”, indica la OMS.
Así, son diversos los mecanismos por los cuales se logra esa protección y se contribuye a reducir el impacto de la RAM, entre los cuales los especialistas destacan:
- Cuando se utilizan las vacunas, que han sido previamente estudiadas, evaluadas y respaldadas científicamente, se logra disminuir el uso inapropiado de antimicrobianos (incluyendo las vacunas para virus como influenza, rotavirus, varicela y dengue).
- Disminuye el desarrollo de cepas o serotipos resistentes. Es el caso de vacunas contra la tuberculosis, neumococo y Haemophilus influenzae tipo B. “Aquí hay una protección directa por el menor número de infecciones por estos gérmenes, prescripciones y prevalencia de cepas resistentes. Pero también una protección indirecta por el efecto de rebaño, por supuesto si se usa la vacuna que es; de lo contrario, la presión vacunal va a hacer que los serotipos resistentes sobrecrezcan, sean más evidentes y podamos tener un efecto contraproducente”, indica el doctor Torres.
- Hay un mecanismo de acción cruzada de algunos gérmenes que tienen una actividad subvacunal para prevenir la infección por otros. Es el caso de la vacuna contra el meningococo B que, se ha visto, tiene acción contra el gonococo, dado que son dos bacterias del género Neisseria y comparten un 80-90% de identidad de nucleótidos. Así lo mencionan tres artículos científicos publicados en The Lancet Infectious Diseases en el primer semestre de 2022, realizados en Australia, Estados Unidos y Gran Bretaña.
- Con las vacunas existe la posibilidad de dirigirse específicamente a bacterias con alta tasa y riesgo de RAM. Algunas tienen ya estudios avanzados, como Shigella y M. tuberculosis y, en otros, si bien no hay ensayos concluyentes hasta ahora, son una esperanza, como las que contrarrestarían S. aureus, E. coli o C. difficile.
Impacto variado
Diversos patógenos resistentes pueden ser impactados mediante el uso de vacunas. Según un análisis de la Organización Mundial de la Salud (OMS), actualmente se han identificado 61 vacunas candidatas para hacer frente a infecciones de prioridad crítica, cuya evidencia y factibilidad es alta. Pero, si bien se consideran prioritarios, no estarán disponibles a corto ni mediano plazo. Veamos el panorama:
- Microorganismos contra los cuales existen vacunas efectivas y disponibles: S. pneumoniae, Haemophilus Influenzae tipo B y Salmonella typhi. En estos, debe incrementarse la cobertura, equidad en acceso, introducción a Planes Nacionales de Inmunización (PNIs), incremento de serotipos y vacunas universales.
- Patógenos significativos por causar enfermedad, muerte y RAM, que han sido ampliamente estudiados y para los que podría tenerse vacunas. Es el caso de E. coli , Salmonella no typhi y Shigella spp. Debe acelerarse el desarrollo clínico y la introducción al mercado. Hay probabilidad de desarrollo y de éxito en unas mayor que en otras.
- Bacterias de alto impacto en salud y RAM, con vacíos de conocimientos en su biología y significado de la investigación preclínica; tuberculosis, gonococo (N. gonorrhoeae), S. aureus y E. coli (uropatógena). Se requiere mayor inversión en investigación y desarrollo.
- Patógenos con menor factibilidad de desarrollar vacunas frente a los cuales hay incertidumbres epidemiológicas, tienen una baja incidencia o se cuenta con otras alternativas preferibles para su manejo, caso de: A. baumannii, Campylobacter, E. faecium, Enterobacterales, H. pylori, K pneumoniae y S. paratyphi. En estos casos, es fundamental continuar las investigaciones, obtener mayores datos y evidencias o explorar otras alternativas como anticuerpos monoclonales y formas de protección, como profilaxis, concluye el doctor Torres.