Para el coordinador de la vacunación contra la COVID-19 en Amazonas, Edwin Andrés Velásquez, más que un desafío institucional, este es un reto personal. Durante la primera ola, como enfermero de la Unidad de Cuidado intermedio del Hospital San Rafael de Leticia, vio morir a muchas personas, personas conocidas y queridas, quienes a pesar de los tratamientos y cuidados perdieron la batalla con la vida.
“La vacunación para mi significa volver a vivir”, dice Velásquez al recordar como con la inmunización se apaciguó el virus. “Después de alcanzar la trágica cifra de 251 muertos, desde que se realizó la vacunación masiva en Leticia, solo una persona vacunada, con una patología de base, ha perdido la vida, y pasan los días sin que haya enfermos por COVID-19 en la Unidad de Cuidados Intensivos. Motivado por esto, hoy soy feliz de poder articular este proceso para las áreas no municipalizadas”, asegura el enfermero.
Con este mismo compromiso de poder tomar las mejores decisiones para salvar vidas, los miembros de las organizaciones indígenas se preparan espiritual y emocionalmente para la concertación. Como hijos del tabaco, de la coca y de la yuca dulce, en sus malocas, preparan el mambe y el ambil que utilizarán durante la negociación y que les permite descubrir, ingresar y reconocer la “palabra verdadera” en momentos de crisis, tanto individuales como colectivos.
En el universo simbólico de los indígenas del Amazonas, las palabras tienen vida, pueden ser forjadoras de vida, traer el bien y el desarrollo; o pueden ser falsas y portadoras de enfermedad, crisis y conflictos. De ahí que la concertación sea asumida sin prisa y con total rigurosidad para que se puedan llegar a acuerdos en lo fundamental.