La restricción de visitas, la realización de pruebas y la adopción de medidas de seguridad de los cuidadores han mantenido a los ancianos seguros, pero muchos añoran el contacto físico con sus seres queridos.
— Uruguay, diciembre 2020 —
La restricción de visitas, la realización de pruebas y la adopción de medidas de seguridad de los cuidadores han mantenido a los ancianos seguros, pero muchos añoran el contacto físico con sus seres queridos.
— Uruguay, diciembre 2020 —
Carmen Pfanni sostiene su bastón con las dos manos mientras sentada en una silla habla sobre la distancia física que ahora la separa de su familia. Se toca el corazón y la voz apenas se le entrecorta. “Nos hace falta”, comenta desde el residencial de ancianos en el que vive y que por la COVID-19 tiene restringidas las visitas casi a cero.
“Falta el contacto, falta el calorcito, el beso, el que te mojen los chiquitos la mejilla. Eso es lo que falta, los chiquitos, los chiquitos”, lamenta Carmen.
Los adultos mayores son tema de preocupación en todo el mundo. Llegó la COVID-19 y desde organismos internacionales -como la Organización Panamericana de la Salud (OPS)-, hasta gobiernos y médicos de a pie, comenzaron a emitir recomendaciones. Quienes estuvieran en el grupo definido como “población de riesgo” (oncológicos, diabéticos, adultos mayores, entre otros) deberían cuidarse al extremo. Fue casi al mismo tiempo que en diferentes continentes, los brotes del nuevo coronavirus en residenciales, hogares de ancianos o casas de salud, comenzaron a generar preocupación.
Uruguay no fue la excepción, si bien el control de la pandemia venía a buen paso, a mediados de abril surgieron los primeros brotes en residenciales. Y, a pesar de que muchos ya habían comenzado a tomar cuidados, pero los extremaron con más apoyo y un mayor relevamiento de estos hogares y su población. Con un nuevo gobierno desde marzo, las autoridades empezaron a hacer relevamientos de todos los residenciales de Uruguay.
“Primero le adjudicamos a cada residencial - público o privado- del país un prestador responsable. Se hicieron inspecciones y seguimiento de la situación en los residenciales”, destaca el ministro de Salud Pública de Uruguay, Daniel Salinas. El jerarca agrega que en segundo lugar se llevaron adelante testeos en los residenciales en forma progresiva y luego “un trabajo de complementación público-privado muy importante”. Se desarrolló un claro ejercicio de la rectoría del MSP, asignando a los prestadores del Sistema Nacional Integrado de Salud, la responsabilidad por un número de residenciales variable según la proporción de población adulta mayor que tenían en su padrón de afiliados, independientemente de la cobertura que tuvieran los residentes.
Los residenciales son sitios particulares, concentran “adultos mayores que sabemos son quienes presentan la mayor morbimortalidad entre los que se infectan por COVID”, afirma Leonardo Cipriani, quien preside la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), el principal prestador público de salud del país.
Con el Ministerio de Salud Pública (MSP) al frente, comenzaron los relevamientos de todos los residenciales de Uruguay y la realización de pruebas para detectar casos. El trabajo fue minucioso. Según Cipriani, en los residenciales que dependen de ASSE, “hicimos el 100% de los testeos de nuestros pacientes y tuvimos que realizar protocolos muy estrictos en lo que refiere a visitas y el manejo del personal con los equipos de protección personal”.
Fernando Trianon dirige el Residencial Obra Socio Cultural Alemana. Para él, “la única forma de trabajar en una situación como la arrojada por la pandemia es con un grupo humano comprometido, buscando los mismos objetivos, los mismos intereses”, y con un componente fundamental: “que los familiares confíen”. Para funcionar con esta realidad en emergencia sanitaria es esencial una comunicación clara, fluida y muy transparente con los familiares.
La sensibilidad es parte necesaria en la asistencia a los adultos mayores. La restricción de las visitas a los familiares repercutió en todos, tanto en el personal como en los ancianos que vieron cómo aquellas visitas que tanta alegría les generaban se veían cortadas o reducidas al mínimo.
Rosa Kegel una de las usuarias en el residencial Obra Socio Cultural Alemana comenta: “no ver a la familia es difícil. Vienen los nietos y están detrás de un vidrio”, se lamenta, comprende que es necesario, pero extraña en contacto físico.
Para otros, en los residenciales la pandemia se vive desde el encierro y por pantalla y los cambios internos se sienten menos. “Vemos en la televisión que la gente anda con el tapabocas. Yo sé que tenemos que hacer algunas cosas (…), que tenemos que cuidarnos, que no tenemos que abrazarnos, pero ta. Si me toca, me toca”, considera Hilde Metghler, otra de las residentes.
“Y bueno, hay que pasarlo, ¿no?”, comenta la residente Carmen Pfanni dando a entender que no hay otra salida. “Acá estamos bien. Estamos bien cuidados, estamos bien protegidos, pero anímicamente nos hace falta el contacto de la familia”, dice llevándose la mano al corazón. “Yo lo sufro mucho”, agrega.
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Llegan, se cambian los uniformes, dejan toda la ropa de calle, se higienizan las manos y aplican alcohol en gel, se controlan la temperatura; esta es la rutina de llegada ahora para quienes trabajan en residenciales.
Al principio “fue bastante complicado” para los funcionarios, recuerda Mónica Álvarez, enfermera encargada del residencial Obra Socio Cultural Alemana, pero ahora ya todos “se adaptaron bien”, dice.
El control a tiempo de los brotes y un estricto protocolo “son un logro del Sistema Nacional Integrado de Salud”, destaca Cipriani, algo que se logró con la gobernanza del MSP y la participación de las instituciones públicas y privadas trabajando juntas.