• Atención comunitaria

Policlínica mejora la calidad de atención al relevar las necesidades de la población y afianzar el vínculo con la comunidad

Balneario Buenos Aires, Maldonado, Uruguay, septiembre de 2019


Flavia Lucioni es argentina, de Buenos Aires, y vivió 20 años en las sierras de Córdoba, en donde nacieron sus tres hijos; parió en su casa, cuenta que los crio “silvestres, puros, sin vacunar”. Hace algunos años se mudó al Balneario Buenos Aires, ubicado en la costa este de Uruguay, en donde viven 1.500 personas. “A mí la medicina tradicional nunca me fue mucho” dice, pero había cosas que no podía resolver: tenía crisis sistemáticas que estaban vinculadas a temores que arrastraba desde la infancia, relata. “No sé qué más hacer con esto”, le planteó a la doctora Alejandra Paulo, especialista en medicina familiar y comunitaria y responsable del servicio. La médica validó la forma en que manejaba su salud y la de sus hijos, dice, e iniciaron “un diálogo muy abierto y de mucha intimidad”.

Atención y educación

Esta policlínica rural se creó en 2011 y atiende a usuarios de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE). Paulo hizo un diagnóstico participativo de situación de salud para conocer las características de la zona. “Fue como poner velas a un barco y darle una dirección que necesitábamos”, expresa.

El equipo está integrado por médicos, licenciado y auxiliar en enfermería, psicóloga, nutricionista, partera, auxiliar de registros médicos, e idóneo en farmacia; desde 2013 es una unidad docente asistencial (Facultad de Medicina y ASSE) que forma estudiantes de Uruguay y del exterior en medicina familiar y comunitaria.

Para acercar a la comunidad, el centro formó un grupo de educación para la salud con embarazadas y otro de encuentro y recreación; la comunidad había señalado la necesidad de contar con un espacio de ese tipo, porque la alta migración vinculada a las oportunidades laborales dificulta la integración.Se crearon cursos de formación de agentes comunitarios a partir de los cuales los vecinos ofician de nexo entre la comunidad y la policlínica. En 2014 la formación se trasladó a la escuela: luego de varios meses de trabajo, los estudiantes de 5º y 6º se convierten en agentes comunitarios junior y adquieren herramientas y habilidades de promoción de salud y prevención de enfermedades. “En cualquier servicio de salud del país siempre van a poder acceder a los métodos anticonceptivos que quieran: una pastilla, un preservativo de mujer o de hombre, lo que estén decididos a usar a futuro, si quieren, lo van a encontrar. Si tienen dudas, cuando vayan a los controles lo pueden plantear”, les dijo la médica a los niños. Ellos, sus padres, las maestras y el personal de salud califican positivamente esta experiencia, que se ha extendido a otros departamentos.

Tres prioridades, tres soluciones

“Estamos a más de 20 kilómetros de un segundo nivel o de un hospital. El traslado de un usuario hay que hacerlo con mucho criterio”, afirma Paulo. Por eso, el equipo diseñó un protocolo de triage para organizar las consultas. El balneario tiene una población joven y muchas consultas están vinculadas a lesiones relacionadas con la actividad laboral (casi 90% de los usuarios se dedica a la construcción y al servicio doméstico). Cuando alguien llega, el licenciado en enfermería, el auxiliar de enfermería o un médico evalúan “si necesita atenderse en el momento, durante el turno (de 8.00 a 18.00), o si puede agendarse en la semana. Eso lleva un trabajo de educación con el usuario, para que se empodere y haga un uso racional de los servicios”, expresa la médica, de allí el énfasis en la educación en salud dentro y fuera del consultorio. El protocolo permitió resolver en el lugar más de 90% de las consultas: “en tres meses tuvimos casi 200 consultas espontáneas de las cuales sólo seis eran realmente urgencias y debimos trasladarlas a otro nivel asistencial” explica Paulo, satisfecha de haber adaptado al primer nivel un sistema de clasificación que se usa en hospitales.

Por otra parte, el equipo diseñó un protocolo de atención a personas que viven con VIH: “lo único que tienen que hacer es venir a la policlínica, porque toda la trazabilidad de su medicación, la atención y el seguimiento se hace desde este servicio”. Ocho de los nueve usuarios que se atendían en mayo tenían carga viral indetectable.

Para aumentar la cobertura del papanicolaou, el equipo elaboró un protocolo para el abordaje y el seguimiento. Ahora las muestras se extraen en la policlínica y la agenda se adapta a la preferencia de las usuarias; quienes tienen resultados patológicos se agendan en una planilla de seguimiento y se les coordina la colposcopía y la consulta con ginecólogo.
Por su capacidad resolutiva en el primer nivel de atención, la policlínica fue distinguida en 2018 como una muy buena práctica por el Ministerio de Salud Pública y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

Validación mutua

Además de mejorar su salud, Flavia desarrolla el servicio social del instructorado de yoga con el equipo de salud: “nos regala clases de yoga cuando termina el servicio los lunes, durante dos horas viene y practica su formación en yoga; es novedoso para un servicio, que un equipo se mire y reconozca que tiene que trabajar en cosas alternativas y que no sólo es trabajo”, valora Paulo. Flavia explica: “Fue un intercambio de validación mutua. Yo aprendí a validar a los médicos, el sacrificio que hacen, venía vez tras vez con mi crisis y las veía atendiendo desde las 8.00 hasta la noche atendiendo, sirviendo. Yo tenía rechazos por mis experiencias anteriores en lugares mucho más despersonalizados; acá encontré la personalización de cada uno, somos personas, no somos casos a solucionar”.