• Nelly Cuéllar desde la cárcel

Nelly Cuéllar desde la cárcel

Nelly Cuéllar tocó fondo en abril de 2014, la adicción al bazuko (droga alucinógena) y la tuberculosis casi la llevan a la tumba. Hoy su historia es diferente. Contenta, resuelta con la vida y con su familia, esta mujer de Bogotá, Colombia, es un testimonio de cómo la perseverancia y la disciplina son necesarias cuando se quiere eliminar la enfermedad.

— Marzo 2016 —

"No me avergüenzo, me siento orgullosa. Soy una reina porque no soy ni la mitad de lo que era" cuenta sin titubeos, desde la cárcel de mujeres 'Buen Pastor'.

Llegó al hospital Simón Bolívar de Bogotá, con un cuadro de desnutrición severa, sin poder caminar y sin ganas de vivir. Fue entonces cuando le detectaron tuberculosis. Nelly comenzó el tratamiento pero al mes lo abandonó y regreso a las calles, a las drogas, a la desidia, a la desesperación con la vida.

"Hubo un momento en el que me cansé y al verme restringida de los demás, dije: "Dios mío, si tienes algo grande déjame, sino quítame la vida. Y en ese momento empecé a evolucionar", cuenta con su voz quebrada.

En el camino, Nelly encontró a Claudia Jeréz, una técnica de salud que desde hace 6 años está asignada al programa de tuberculosis del hospital Simón Bolívar. Esta mujer se convirtió en su salvadora. Cuando Nelly mira a Claudia, sus ojos se iluminan, su voz se corta y su corazón se hace grande al ver a "su jefa", como ella le llama. "No saben lo que siento en mi pecho" dice. Nelly reconoce que logró recuperarse de la tuberculosis gracias al trabajo tesonero que hizo Claudia, quien supervisaba a diario que tomara el medicamento, pero además, le ayudó a reencauzar su vida, a descubrir quién era.

Después de las calles, la cárcel fue la casa de Nelly, allá la siguió Claudia. Ellas hicieron un "pacto", Nelly se comprometió a tomar el medicamento al pie de la letra y Claudia le prometió seguir su caso, a evaluarla, a aconsejarla, a quererla. Aún en la cárcel Nelly no dejó de tomar los medicamentos y de aprender más sobre la tuberculosis; de cómo prevenirla y controlarla. Así ha corrido la voz entre sus compañeras de celda.

Para que una persona enferma de tuberculosis se logre recuperar, es necesario el tratamiento absoluto por seis meses continuos. Además, requiere el seguimiento atento del personal de salud. Claudia y su equipo de trabajo visitan cárceles, albergues y asilos para atender a los enfermos de tuberculosis. Ponen mucho de su esfuerzo para salvar vidas, como la de Nelly, quien contra todos los pronósticos venció la enfermedad, ganó peso, ganó alegría, "ganó valor para la vida", confiesa.

Las personas privadas de libertad son más vulnerables a contraer tuberculosis cuando alguien del grupo está enferma. Las condiciones de hacinamiento y el poco acceso a salud son propicios para potenciar la enfermedad. Por ello, los gobiernos deben implementar políticas que incluya atención a salud en las prisiones y acceso a medicamentos a los enfermos de tuberculosis.

"Somos muchas mujeres acá y trato de dar mi testimonio. Puede parecer una simple tos pero así comienza la tuberculosis" relata Nelly.

Hace seis años Claudia fue trasladada de área y llegó sin saber casi nada de la enfermedad al programa de tuberculosis. Ahí descubrió su don de servicio y a aprender de las personas. "Mi primer paciente fue una persona que vivía en la calle por el consumo de drogas, me di cuenta que ellos solo buscan aprobación y que no se les juzgue, porque pueden abandonar el tratamiento" dice Claudia. Y así empieza a contar el sinfín de historias en las que se ha involucrado para curarlas. Su trabajo, a diferencia de los anteriores, le permite ver directamente los resultados, como en el caso de Nelly.

"Ella ha cambiado, está recuperada, ganó peso, el cabello le cambió, los ojos le brillan, sonríe. Todo es un fruto y es bonito verlo" concluye.