Colombia, 6 de agosto de 2019 (OPS)—Carmen Osorio tenía 16 años cuando asistió por primera vez a una embarazada que estaba por dar a luz. “Iba pasando y una señora me llamó y me dijo: '¡ay, muchacha, mi marido se fue pal’ monte y me cogió esto sola'. Yo le dije que no sabía qué hacer, pero insistió así en que le ayudé y la niña salió. Moché el cordón y de ahí ya no me dio miedo”, cuenta. Ahora tiene 58 y desde entonces ha asistido en 1.037 nacimientos.
Carmen es una de las parteras tradicionales que participaron en las capacitaciones brindadas por la Organización Panamericana de la Salud (OPS) para aumentar el acceso y mejorar la calidad de la atención de las madres y los recién nacidos en el Chocó colombiano, donde las tasas de mortalidad materna y neonatal duplican la media nacional.
“Las parteras tradicionales son las primeras en asistir a las mujeres en comunidades lejanas donde los centros de salud no están accesibles, por eso contribuir a su formación puede proteger la salud de las mujeres y salvar vidas”, sostuvo Bremen de Mucio, asesor regional de Salud Materna de Centro Latinoamericano de Perinatología, Salud de la Mujer y Reproductiva (CLAP/SMR) de la OPS.
Pobreza, dispersión y ruralidad
Chocó, ubicado al noroeste de Colombia, fue testigo del conflicto armado interno que vivió el país en las últimas seis décadas. Actualmente, tiene una de las tasas más altas de pobreza (49,9%) y extrema pobreza (17,5%) del país. Allí habitan 115.981 personas, 83% descendientes africanos, 12% indígenas y un 5%, mestizos o blancos.
La gran dispersión de la población, la elevada ruralidad (51%) y su débil infraestructura son algunos de los factores que explican la dificultad de acceso de las mujeres embarazadas a los servicios de salud, así como la de una respuesta oportuna de atención. Cómo abordar el problema de la alta muerte materna y neonatal en un lugar con estas características era la cuestión.
El proyecto, financiado por el Gobierno de Canadá, tuvo un enfoque basado en derechos humanos y equidad, y se enfocó en ser culturalmente apropiado y sensible a cuestiones de género.
“La evidencia científica muestra que la inmensa mayoría de las muertes maternas se pueden evitar con un adecuado manejo y conocimiento de las tecnologías existentes”, manifestó De Mucio, y destacó que “la participación de la comunidad y el fortalecimiento de los servicios, tanto en la atención de la emergencia obstétrica como la neonatal, han sido los mayores logros del proyecto”, iniciado dos años atrás.
Profesionales mejor preparados
Cilia Perea está muy satisfecha por la labor que realiza como enfermera especialista en ginecobstetricia en el Hospital San Francisco de Asís, en Quibdó, la capital del departamento de Chocó. Cilia dice que hay un día en su vida laboral que jamás olvidará, el día cuando llegó una gestante con un desprendimiento prematuro de la placenta.
“El bebé nació pretérmino, de 35 semanas, pero gracias a las capacitaciones que habíamos recibido pudimos dividir el equipo: a la ‘materna’ le instalamos el Balón de Bakri (una técnica costoefectiva que se usa para disminuir el sangrado en hemorragia posparto) y coordinamos la asistencia del pediatra, que llegó rayando el alba y se encargó de asegurar al bebé siguiendo los protocolos del recién nacido prematuro”, narra. Con el paso de los días, ambos pudieron irse a casa.
Cilia asegura que han “mejorado sensiblemente la calidad, porque ahora todo el personal cuenta con estas herramientas, antes no teníamos acceso a estos recursos”.
Fortalecer los sistemas de salud mejorando las competencias del personal fue justamente el objetivo de la primera fase del proyecto impulsado por la OPS en Chocó. La segunda fase, por su parte, se enfocó en trabajar con la comunidad para conocer sus necesidades y ajustar el proyecto a ellas.
Una comunidad comprometida
En ese sentido, el proyecto abordó el empoderamiento de la familia, la comunidad y los actores comunitarios. Así, se realizaron distintas mesas de diálogo (con mujeres en edad reproductiva, con hombres, adolescentes y líderes de la comunidad) para conocer su opinión en relación con temas de salud que les atañen.
“El diálogo es un paso del empoderamiento, la idea es que las mismas personas que participan se apropien de las reflexiones que surgen allí”, explica Ana Ligia Molina, coordinadora para América Latina de Enfant du Monde, organización que fue crucial para el trabajo en la comunidad.
Una de las 60 participantes de la mesa de diálogo de mujeres fue Yurledys Ramírez, de 36 años. Yurledys tiene dos hijos y nació en Quibdó. Vive junto a sus hijos, madre, hermanos y sobrinos en una casa ubicada en el Niño Jesús, un barrio humilde de calles sin asfalto que da a orillas del Rio Caví. Yurledys trabaja en una casa de familia por las mañanas y por la noche paga a un rapi (taximoto, transporte más frecuente en Quibdó) para que la lleve a la Universidad, donde estudia pedagogía infantil.
Esta chocoana considera que el trabajo que ha comenzado en la comunidad puede dar buenos resultados: “Nos juntamos con otras mujeres de aquí para ver cuáles eran los problemas que veíamos que afectaban la salud de la comunidad. En el taller me di cuenta de que es importante que las embarazadas vayan a hacerse controles para ver si el hijo viene bien”, señaló.
Manuel Gil, del Comité por la Salvación del Chocó, fue uno de los líderes de la comunidad que facilitó las mesas de diálogo. “Velamos por la salud de las gestantes y sus hijos, que es responsabilidad tanto de la familia como de la comunidad. Hemos avanzado. Hoy también sabemos que tenemos derecho al acompañamiento en el momento del parto. Esto es un gran logro en cuanto a equidad y derechos”, sostiene este líder ampliamente conocido en Quibdó, al que los vecinos recurren cuando necesitan apoyo.
Los vecinos también acuden a las parteras. Por eso, el trabajo con ellas ha sido clave para acercar las instituciones de salud a la comunidad y viceversa. Luis Mosquera es uno de los pocos hombres que se dedica a este oficio y es de la comunidad de Angostura, en el municipio de Tadó. Luis considera que es fundamental que haya personas que puedan partear cuando se vive en zonas alejadas, a las que no llegan médicos o enfermeras.
“Ahora hay mayores facilidades que antes y nuestras hijas ya son remitidas al hospital. A las que tienen signos de riesgo les pedimos que vayan, también a las primerizas”, comenta. Uno de los logros de las capacitaciones ha sido que los líderes comprendieran la importancia de estar atentos a señales de alerta y prevenir riesgos, con el fin de trasladar rápidamente a las mujeres al centro de salud.
Para el doctor Andrés De Francisco, director del departamento de Familia, Género y Curso de Vida de la OPS, el trabajo de la partería tradicional en regiones como el Chocó tiene un papel muy importante para reducir la mortalidad materna. “Este proyecto es una muestra de que sí se puede trabajar con las comunidades y con las parteras para mejorar la salud. Esperamos que esto sea un ejemplo que se pueda replicar en otros sitios”, manifestó.
Además de la OPS/OMS, el CLAP y Enfant du Monde, otros socios que participaron del proyecto fueron la Federación Colombiana de Obstetricia y Ginecología (FECOLSOG), el Grupo de Investigaciones en Cuidado Intensivo y Obstetricia (GRICIO) y la Asociación Colombiana de Neonatología (ASCON). Asimismo, el Ministerio de Salud de Colombia, la Secretaría Departamental de Chocó, la Secretaría Municipal, prestadores de salud y la asociación de parteras tradicionales fueron actores clave en el desarrollo de la propuesta.