Caracas, 3 de noviembre de 2022 (OPS/OMS).- Los problemas de José Asunción Vizcaya (estado Amazonas, Venezuela) comenzaron con una irritación del colon que se fue agravando con los años, con los horarios irregulares para comer que le impone su trabajo de gandolero y sobre todo por haber contraído COVID en marzo de 2021.
En octubre de ese año debió ingresar con agudos dolores abdominales al hospital José Gregorio Hernández en Puerto Ayacucho, el único hospital para adultos de Amazonas, y fue llevado a la Unidad de Cuidados Intensivos. Sin embargo, los estudios que le hicieron no permitían un diagnóstico certero y los médicos no se ponían de acuerdo en cuanto a qué tipo de intervención debía hacérsele: los datos que se habían obtenido con los viejos ecógrafos resultaban contradictorios.
Vizcaya, de 62 años, tuvo la suerte de que su esposa, Brenda Arias, es médico en ese hospital y recordó que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) acababa de donar unos equipos de ecografía, monitores y un purificador de oxígeno que todavía no se habían instalado porque se estaban llevando a cabo trabajos de remodelación en el área de Emergencias (trabajos que también lideró la OPS).
“El viejo monitor nos decía que todo estaba bien, pero yo sabía que había un problema, esos datos no eran precisos, los aparatos tenían que estar descalibrados. Desesperada, me acordé de unos equipos que había donado la OPS, los saqué de sus cajas y los puse a funcionar”, relata su esposa.
Equipos descalibrados, datos contradictorios
Cuando se conectaron los nuevos aparatos quedó en evidencia que Vizcaya tenía taquicardia, estaba hipotenso, con la frecuencia respiratoria alta y con la saturación de oxígeno en 74. Los datos que le habían tomado antes indicaban una frecuencia respiratoria normal y una saturación de oxígeno en 87 y algo que despertó las alarmas en su esposa: “Me decían que tenía tensión baja pero la frecuencia cardíaca era normal, algo que es posible pero tomando en cuenta sus otros síntomas era muy extraño”.
Fue así que se pudo diagnosticar que el problema de Vizcaya era una uretritis que terminó en peritonitis y no una hemorragia intestinal, como se había creído, y fue intervenido quirúrgicamente ya con un diagnóstico preciso. “Gracias a los equipos que donó la OPS pudimos actuar, ese eco era necesario para poder operar, antes íbamos a ciegas”, explica su esposa.
Vizcaya cuenta que su esposa se emocionó tanto con esos nuevos equipos que se puso a hacer un diplomado como ecografista en Valencia, y cuando fue para allá sus profesores no podían creer que en Puerto Ayacucho tuviesen aparatos tan tecnológicamente avanzados.
Hoy Brenda es ecografista en el hospital José Gregorio Hernández (cuando su esposo fue operado estaba a cargo del servicio de oncología), pero lo más importante es que su esposo pudo salvar su vida: “Si no fuera por mí y por esos equipos, José no amanece”.
Una nueva operación
Vizcaya debió ser operado de nuevo en julio pasado por un absceso en el páncreas, pero esta vez, ya con los equipos formalmente instalados y todo el servicio de emergencia remodelado, el proceso fue menos traumático.
“Me sorprendió lo mucho que había cambiado el hospital, las intervenciones que hicieron ustedes (OPS) de verdad que no solo pudieron salvarme la vida, sino que le dieron otra cara, antes era más humilde, ahora lo veo como un hospital moderno, le cambiaron la iluminación, pintaron todo, los techos, los pisos, las señales, el agua, los cuatro baños… todo”, dice.
Espera poder agarrar de nuevo un camión de Pdvsa y salir a las carreteras: “Yo por mí ya estaría detrás de un volante. Pero me lo tomo con calma, respiro y agradezco que al menos viví para contarlo”.