• Hombre con bastón

Una historia del pasado, un peligro del presente

En Argentina existe un riesgo muy alto de volver a tener casos de poliomielitis, en especial, por el descenso en la cobertura de vacunación. El pediatra e infectólogo Alejandro Ellis narra en primera persona lo que significó tener esta enfermedad.

Buenos Aires, 23 de octubre de 2023 (OPS/OMS)


Existen varios motivos para elegir una carrera como vocación, interés, la búsqueda de cambio y hasta el legado familiar.  “El deseo de reparar” y de que ningún chico como él sufra a causa de la polio fue el del pediatra e infectólogo Alejandro Ellis, aunque confiesa que tardó más de 20 años en asumirlo.

“Contraje la enfermedad cuando tenía un año, durante la epidemia del 1956/1957 y quedé con secuelas desde esa época”, cuenta Ellis. Eso significó usar desde ese momento y hasta los ocho años “un arnés, una especie de tutor de cuero y metal que permitía que pudiera sostener la pierna para poder caminar”, tal como lo describe.

La poliomielitis, o comúnmente llamada polio, es una enfermedad muy contagiosa causada por el poliovirus. La mayoría de las infecciones no producen síntomas, pero entre 5 y 10 de cada 100 pueden presentar algunos síntomas similares a los de la gripe. En 1 de cada 200 casos el virus lesiona el sistema nervioso y ocasiona la parálisis permanente en piernas o brazos. Además, el virus puede atacar áreas del cerebro que ayudan a respirar y causar la muerte.

El infectólogo explica que “la polio es una enfermedad infecciosa que deja secuelas, principalmente a las neuronas motoras que son las que mueven los músculos. De manera más frecuente afecta a los miembros inferiores y causa una parálisis asimétrica, es decir, puede afectar una pierna y a la otra no. Si esto no se revierte en las primeras semanas post enfermedad queda una secuela de por vida”.

Ellis relata que es una de las 6.400 personas que quedaron con consecuencias permanentes de polio durante esa epidemia, una de las más grandes que sufrió Argentina. Desde los 8 y hasta los 14 años lo operaron 5 veces en la Asociación para la Lucha contra la Parálisis Infantil (ALPI) con el fin de modificar la localización de los músculos y tener mayor movilidad en la pierna afectada.

“Después caminé sin arnés, sin nada, casi toda la vida. En los últimos años tuve dos fracturas de rodilla en la pierna de la polio y en este momento estoy usando bastón”, detalla el pediatra y docente.

Ellis es una persona activa, se lo observa recorrer los pasillos del Sanatorio Mater Dei, visitar a sus pacientes en terapia y atender las consultas de las familias. Ante la solicitud de ir a un parque cercano, el mismo donde lleva a sus nietos, prefiere ir caminando antes que en auto. Es fácil imaginarlo de niño, inquieto, con ganas de jugar y correr como todos los demás.

 

“A mí me gusta el fútbol -cuenta- y a los siete años hacíamos el famoso pan y queso para dividirnos en equipos. Por supuesto, yo siempre quedaba último y me decían 'bueno, vos venís con nosotros'. Un día me eligieron anteúltimo, fue emocionante, todavía me emociona”.

En los ojos de Ellis se puede encontrar esa emoción al recordar y aunque aclara que la anécdota “puede resultar una pavada desde el punto de vista de lo que son las secuelas de polio”, advierte que hay que tener en cuenta las consecuencias psicológicas “para un chico que se ve diferente por haber padecido una enfermedad”.

Además, a causa de la polio algunos niños debieron vivir en el interior de pulmotores para poder respirar. “Son aparatos con una presión negativa que ayuda a que el pulmón pueda inflarse y desinflarse más fácilmente”, indica el pediatra.

Tiempo atrás Ellis fue a conocer los últimos casos en el Hospital Municipal de Rehabilitación Respiratoria María Ferrer de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. “Una chica que tuvo polio en la misma época que yo hacía 50 años que vivía ahí por la necesidad del pulmotor”.

Pulmotores - Crédito: Archivo General de la Nación
Como secuela de la epidemia de polio de 1956/1957 en Argentina, los chicos necesitaban utilizar pulmotores para poder respirar. Crédito: Archivo General de la Nación
Desde Roma, en avión el país trajo pulmotores en el año 1956
Desde Roma, en avión el país trajo pulmotores en el año 1956. Crédito: Archivo General de la Nación

También visitó en Perú a Luis Fermín Tenorio Cortez, el último niño que sufrió poliomielitis en la región de las Américas en agosto de 1991 cuando se infectó con el poliovirus salvaje en el distrito de Pichanaki, a 400 kilómetros de Lima.

“Quería conocer una historia de vida similar a la mía pero en otro contexto, porque las enfermedades impactan diferente”, aclara el infectólogo y añade: “En la selva peruana la mayoría de los hombres son leñadores, hacheros o hacen trabajos físicos fuertes que él no los puede hacer”.

Con una familia en donde varios integrantes eran médicos, Ellis tuvo un diagnóstico y una rehabilitación oportuna. Además, pudo seguir una carrera que no depende de la fuerza física. “Otras personas con las mismas secuelas que yo no tuvieron la misma suerte”, reflexiona.

En ese sentido y a modo de conclusión asegura que “la vacunación nos iguala a todos en al menos tener como base una capacidad física similar”.

El riesgo de reintroducción

Si bien en 1994 la región de las Américas logró eliminar la transmisión del poliovirus salvaje y los virus salvajes tipo 2 y 3 fueron erradicados, en algunos países como Afganistán y Pakistán continúa siendo endémico el virus salvaje tipo 1.

Además, en un porcentaje mínimo y de manera muy inusual, se puede generar una mutación derivada de la vacuna oral contra la poliomielitis con capacidad de transmitir la enfermedad a personas vulnerables al no estar vacunadas.

“Una persona puede llegar en avión con el virus y si está en contacto con una población que no está vacunada o que no tiene todas las dosis, se puede producir un brote, por eso es tan importante tener globalizada la vacunación”, explica el infectólogo.

Generalmente el virus se transmite de persona a persona, a partir de las heces de un individuo infectado que llegan a la boca de otro a través de las manos, juguetes, agua y alimentos contaminados, o a partir de secreciones respiratorias.

Como una gran proporción de las personas infectadas no presentan síntomas, las medidas de higiene necesarias para evitar la transmisión pueden no ser tomadas en cuenta con la importancia requerida. Por esa razón, la mejor forma de evitar la infección es mediante la vacunación contra la polio.

Lamentablemente y a nivel general “en la última década las coberturas de vacunación mostraron una tendencia decreciente. Así la región de las Américas pasó a ser la segunda con menor cobertura del mundo”, especifica la representante de la Organización Panamericana de Salud en Argentina (OPS/OMS), Eva Jané Llopis. Ante la situación descripta, agrega que “el riesgo de brotes de enfermedades prevenibles con vacunas alcanza su nivel más alto en 30 años”.

La tendencia se replica en Argentina con un descenso gradual y progresivo en el período 2009-2019, según información del Ministerio de Salud de la Nación. En la década mencionada, se observó una disminución de 14 puntos en la tercera dosis de vacuna contra la poliomielitis (de 97% a 83%).

Para más datos, la consultora nacional en Inmunizaciones de OPS, Florencia Nolte, añadió que “la cobertura de vacunación se ha visto gravemente afectada por la pandemia de COVID-19 en la mayoría de los países, y el riesgo de circulación de la poliomielitis nunca ha sido tan elevado desde 1994”.

Además, Nolte advirtió que según la última clasificación basada en el nivel de vacunación contra la polio y la vigilancia del síndrome de parálisis flácida aguda “Argentina se encuentra entre los países con riesgo muy alto de volver a tener casos de poliomielitis”.

Con el fin de evitarlo, Ellis recuerda que “la vacunación contra la polio es muy importante desde la primera infancia a los dos, cuatro y seis meses de vida y que tiene un refuerzo a los cinco años, al ingreso en la escuela primaria”.
Para finalizar y sin dudar asegura: “Las vacunas son una de las intervenciones más importantes en el mundo para prevenir enfermedades, salvar vidas y evitar secuelas”.

Dr. Ellis
Fotos Dr. Ellis

El desafío de enseñar sobre una enfermedad que no se ve

Durante las clases de la materia Enfermedades Infecciosas en el CEMIC, en seminarios o en charlas abiertas, el pediatra e infectólogo Alejandro Ellis suele preguntar al auditorio si alguna vez vieron casos de polio.

“El año que viene se cumplirán 40 años del último caso de polio en Argentina y la última gran epidemia fue hace más de 60 años por lo que los médicos y residentes a los que les hablo no estuvieron ante un caso”, señala.

Según Ellis, como los médicos no están familiarizados con las enfermedades eliminadas en el país es más difícil la detección rápida de un caso, al igual que lo que ocurre con el sarampión que suele confundirse con otras patologías. El infectólogo aclara que “este desconocimiento de la población en general se debe al gran éxito de las vacunas”.