Georgina dice que es colaboradora voluntaria "desde que mi mamá tenía un puesto de Colvol en 2009 en la aldea Kua (a una hora de a pie y en motocicleta a 25 minutos de Wampusirpi). Yo me hacía cargo cuando ella no estaba. Ahora el puesto lo tengo yo, en el barrio las Brisas a partir del 2018."
En la localidad de Wampusirpi hay 7 puestos de PDR, uno en el establecimiento de salud y siete puestos comunitarios (a cargo de colaboradores voluntarios). La población de Wampusirpi es de 2,548 habitantes, tiene 487 viviendas. Los casos de malaria en la comunidad han aumentado debido a varias razones hasta llegar a 13 casos en el año 2023.
Lo difícil es hablar con la población que no quiere tomarse el tratamiento o se niega a ser muestreada, no creen que puedan tener malaria, es difícil darles seguimiento y evitar que más personas se enfermen.
El Dr. Otto Padilla, consultor de la OPS/OMS en Puerto Lempira explica que "los ColVol son colaboradores que realizan la detección, diagnóstico y tratamiento de la estrategia DTIR en la comunidad. Se encargan de detectar, diagnosticar a todo sospechoso y brindar tratamiento a las personas que resulten positivas, ayudando a la Secretaría de Salud dentro de las comunidades. Los ColVol, como Georgina, desempeñan un papel vital en la lucha contra la malaria en Wampusirpi y en todo el departamento de Gracias a Dios en la Moskitia hondureña".
Georgina recuerda que cuando comenzó como voluntaria "me ponía nerviosa al pinchar (hacer el examen de malaria) y al empezar a comprender como hacer el trabajo de colvol, sobre todo cuando estaba sola". Su experiencia más extrema fue al atender a una niña que llevaba 15 días enferma. "Cuando llegué estaba bien amarilla, vomitando y con escalofríos. Estaba bien asustada ya la habían atendido días atrás, pero salió negativo. Logré convencerla de que se repitiera la prueba, la PDR me marcó positivo bien rápido. En ese momento nos encontrábamos haciendo una búsqueda activa".
Las dificultades para el transporte son muchas. Georgina cuenta que "en ocasiones nos toca salir de gira, hacer búsqueda activa, si es cerca de la comunidad nos vamos a pie o si es largo (por ejemplo, la localidad de Tukrun) nos vamos en pipante, nos trasladamos con los enfermeros, la doctora y microscopista. Me capacitan cada año durante dos a tres días seguidos".
El trabajo de los Colvol muchas veces depende del apoyo familiar. "Mis hijos me ayudan cuando me toca salir. Me preguntan a qué voy y ellos me dicen que me vaya tranquila, que ellos cuidaran la casa. Mi hijo mayor tiene 17 años, las niñas 12 y 9 años".
"Lo difícil es hablar con la población que no quiere tomarse el tratamiento o se niega a ser muestreada, no creen que puedan tener malaria, es difícil darles seguimiento y evitar que más personas se enfermen", concluye Georgina.
El compromiso de Georgina y de todos los ColVol demuestra el poder de la acción comunitaria en la lucha contra la malaria. Su dedicación y disposición para apoyar a su comunidad son un ejemplo inspirador de cómo cada individuo puede marcar la diferencia en la salud pública.