Montevideo, Uruguay, septiembre de 2019 (OPS)- “Siempre tenía una doble vida. Era un varón preso en ese ser, todo el mundo esperaba algo de mí como varón y yo no podía seguir sosteniéndolo”, cuenta Luana, que tiene 36 años y hasta pasados los 30 llevó esa doble vida.
Después de una consulta frustrante en el centro de salud en el que se atendía, llegó hace cinco años a la policlínica del Saint Bois, un centro de salud pública ubicado al norte de Montevideo, Uruguay. Fue preparada para enfrentar la discriminación. Pero se sorprendió cuando la llamaron por el nombre que había elegido años atrás, no el de su documento de identidad.
El médico Daniel Márquez la escuchó, no la juzgó.
“Ese debió haber sido uno de los días más felices de mi vida. Me acuerdo de llegar con terrible miedo y volverme con la vida cambiada, porque tenía un problema realmente grande, no estaba pudiendo con mi vida, y él me dijo: ‘Te entiendo, lo que te está pasando es normal, no te preocupes’. Eso era lo que necesitaba”, dice Luana, y nunca dejó de ir.
La despatologización de las identidades, el respeto de los derechos y las libertades de las personas son principios básicos en esta policlínica, reconocida como una muy buena práctica por su capacidad resolutiva en el primer nivel de atención, en un concurso organizado en 2018 por el Ministerio de Salud Pública y la Organización Panamericana de la Salud (OPS).
“El objetivo es que las personas estén saludables y confíen en un equipo de salud”, afirma Márquez, médico del servicio de medicina familiar y comunitaria que crearon en 2014 la Administración de los Servicios de Salud del Estado y la Universidad de la República.
Para mejorar la accesibilidad, se creó un turno nocturno; acudió una persona trans. “No tuve mucho para ofrecerle, no tenía ningún concepto en mi formación sobre la especificidad de la salud de estas personas. Le pedí tiempo para estudiar y le dije que volviera la semana siguiente; volvió con otra persona, trans y cuando nos quisimos dar cuenta las personas trans nos habían elegido”, narra Márquez.
Responder a necesidades específicas de salud
La clave estuvo en la empatía; luego, el equipo comenzó a formarse en las especificidades técnicas. Los profesionales se apoyaron en los conocimientos de los propios pacientes: supieron que los varones trans tienen lesiones en la piel por usar una faja para ocultar sus mamas y aprendieron cuál es la faja que deben recomendar; vieron que las mujeres trans suelen utilizar una técnica de “trucado” para ocultar el pene y los testículos y que eso genera daños, al igual que la inyección de silicona industrial, que aprendieron a palpar para evitar romperla al dar medicación intramuscular; comprobaron que muy pocos varones trans se hacen papanicolaou, por temor a ser estigmatizados.
“Aprendimos a tratar las secuelas del odio y la discriminación social. Estas personas tienen un promedio de vida de 35 años, es vergonzoso, no puede existir una población que producto de la exclusión viva menos de la mitad de lo que vive la población general”, exclama el médico.
Un servicio de salud para todos y todas
Cinco años después, el servicio forma médicos uruguayos y extranjeros. Lo integran técnicos de medicina familiar y comunitaria, psicología, nutrición, fonoaudiología, enfermería y personal administrativo; brinda atención a toda la comunidad, lo que favorece la inclusión social y ayuda a la desestigmatización.
Llegan personas trans de todo el país; pueden iniciar la hormonización y más adelante, si lo requieren, se evalúa la consulta con el área de ginecología, cirugía plástica y urología para iniciar la readecuación genital, lo que implica la coordinación con el segundo y el tercer nivel de atención.
Durante los primeros dos años, la atención de Luana se centró en los controles médicos y apoyo psicológico; recién ahí inició la hormonización. Cada cuatro meses se hace un control; si no va, la llaman. “Me cuidan bastante”, dice. No le pesa ir. “Aparte de que te den todo lo que necesitás para tu salud, es un plus estar con amigos. Terminás yendo con alegría, es como un lugar que es nuestro”, dice desde una sala de espera repleta de personas que hasta no hace mucho huían de los servicios de salud.