Horas de desvelo y angustia fue lo que dejó para muchos hondureños el paso de los fenómenos naturales Eta e Iota al inundar la comunidad de El Calán, Villanueva, Cortés; en el mes de noviembre de 2020.
Paola Alejandra Aplícano, con solo 20 años de edad, nos relata lo que le tocó vivir esa noche. La describe como una gran pesadilla donde las horas se convirtieron en su peor enemigo al no saber el paradero de uno de sus hijos, su madre y padrastro, en el momento en que la quebrada "El Calán" se desbordó; embistiendo un centenar de casas con un caudal nunca antes visto.
Nunca se imaginó que esa noche, sus familiares habían logrado salir de casa para proteger sus vidas, sin embargo hicieron todo lo posible por salvarse y después de horas, lograron salir. “Mi padrastro halló un martillo y golpeó la puerta y otro muchacho le pegaba patadas para poder salir, se abrió un hoyo y primero salió mi padrastro, luego agarró mi niño y a ella (mamá), y ella no podía salir porque una refrigeradora y un mueble la tenían atrapada”, describió Paola.
Yo le preguntaba a la gente por ellos y nadie me decía nada, pasamos toda la noche buscándolos, preguntando a ver si la encontraban y nadie la hallaba. Hasta las siete de la mañana del día siguiente, nos llamó y me dijo que casi se ahoga con mi niño y mi padrastro. Me puse a llorar porque la verdad me duele todo lo que ellos pasaron”.
La joven recuerda con lágrimas en sus ojos , “Me duele que mi mamá y mi hijo se hayan quedado, se confiaron que la quebrada no se iba a salir de su cauce, pero rompió un muro de la parte de atrás de la casa y por ahí se metió el agua, Yo solo pensaba en mi mamá, ese día no pude dormir al escuchar que todos decían que se estaba inundado El Calán y que pedían lanchas para rescatar a las personas atrapadas en los techos, en lugares altos, rodeados por las aguas. Al no saber nada de ella y el niño, me sentía morir de la desesperación. Yo estaba en Las Flores con mi hermana cuidándole su niño, pues soy madre soltera y con lo poco que gano sostengo mi familia”.
Este es uno de los muchos testimonios de las víctimas que enfrentaron las inundaciones por ambas tormentas; perdiendo sus pertenencias, quedando sin hogar y que a pesar de haber pasado por todo esto, no pierden la fe y esperanza de seguir luchando. Por el momento Aplícano, madre soltera, se aloja en uno de los albergues habilitados en el sector, junto a sus menores hijos; una niña de tres meses, un niño de cuatro años y su madre Yolanda Cardona (quien tenía 40 años de vivir en dicha comunidad y nunca vivió una inundación como esta, ni cuando el huracán Mitch en 1998 azotó a Honduras). Ellas siempre llevarán grabado en sus memorias la tragedia, pero conservan la esperanza de levantarse y reconstruir no solo su vivienda sino toda su vida.