• Belkys Payema, de la etnia warekena, dirige el Programa Ampliado de Inmunizaciones del estado Amazonas
    Luis Flores
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Belkys Payema: la primera persona de una etnia originaria en dirigir un programa de inmunizaciones a nivel estatal

Caracas, 26 de marzo de 2024 (OPS/OMS).- Belkys Payema se crió en lo más profundo de la selva amazónica venezolana, en el brazo Casiquiare (entre los municipios Maroa y Río Negro del estado Amazonas, cerca de la frontera con Brasil), a ocho días de navegación de la carretera más cercana, a una hora de Puerto Ayacucho en avioneta.

Hoy es trabajadora del Ministerio del Poder Popular para la Salud y dirige el Programa Ampliado de Inmunizaciones (PAI) de Amazonas, la primera persona perteneciente a una etnia originaria en alcanzar ese cargo, desde el cual debe asegurarse que las 22 etnias indígenas que habitan el estado tengan acceso a los esquemas regulares de vacunación.

Ella es Warekena, una de las 22 tribus que habitan el estado, y que según un censo de 2021 cuenta con algo más de siete mil integrantes. Es una etnia matriarcal, y los hijos son de la etnia a la que pertenece la madre: ella es Warekena porque Warekena era su madre; su padre, que fue visitador de malaria, pertenece a la tribu Baniva. 

Se crio entre ritos muy particulares: después de su primera menstruación, las mujeres Warekena deben permanecer tres días en ayuno, y partir de entonces, cada vez que les llega la menstruación, deben bajar al río antes de que salga el sol y bañarse con una totumita, sin meterse nunca en el agua: “Es que si te metes en el agua, te llevan los encantos que salen del río, y desapareces para siempre. Yo sé que para ustedes no son más que mitos, pero nosotros sabemos que es así”.

Tiempos de superación y soledad

Pero cuenta que su etnia le inculcó sobre todo el valor de la superación: “Crecí viendo poblaciones desatendidas, gente que se va a buscar un mejor futuro en Colombia o Brasil… yo sentía que debía hacer algo por todos ellos pero también por mí misma”.

Gracias a su madre, que trabajaba como misionera, pudo conseguir una beca en el Colegio Universitario de los Teques, donde sacó un TSU en enfermería. Luego obtendría la licenciatura en la universidad Rómulo Gallegos, en el estado Guárico.

Fueron años duros en medio de una civilización que no terminaba de entender: “Estar lejos de mi madre, de mi cultura, me pegó mucho y no terminé de acostumbrarme a esa soledad en cinco años que estuve lejos de mi tierra. Mi intención fue siempre volver”.

Y volvió. Trabajó primero en el servicio de emergencias del hospital José Gregorio Hernández, en Puerto Ayacucho, y luego en un consultorio de atención primaria. Al poco tiempo empezó en una de las labores que más le gustan, la de vacunadora-enfermera, un rol en el que ha recorrido en su totalidad este intrincado estado, en el que casi todos los abordajes deben ser fluviales, pues no hay carreteras en 90% de sus más de doscientos mil kilómetros cuadrados.

Quien entonces coordinaba el PAI del Estado, Eloísa Garrido, había sido su tutora en talleres de vacunación, y la llevó a su equipo. Y desde octubre de 2020 ocupa ella ese cargo de coordinadora del PAI por el estado Amazonas.

Una relación muy especial

Desde allí trabaja codo a codo con la OPS, organización en la que siempre ha encontrado apoyo. Explica que gracias al apoyo logístico de la organización el MPPS puede organizar mejor los cuatro abordajes fluviales cada año para llevar jornadas integrales de salud a todos los rincones del estado. Y no es nada fácil, pues muchas de estas comunidades se encuentran a ocho días de navegación del último puerto de país, el puerto de Samariapo. De ahí hacia el sur el que reina es el inmenso Orinoco y todos sus afluentes.

Para que ella pudiera nacer en Puerto Ayacucho, su madre debió navegar ese mismo río durante veinte días. Más de cuarenta años después, Belkys Payema lo navega para llevar jornadas de salud y vacunación: “Yo he visto tantas necesidades en estos pueblos… Pero no sé, a veces pienso que no están olvidados del todo, cuento con todo un equipo sanitario de más de cincuenta personas que me acompaña en estas jornadas cuatro veces al año, hay organizaciones como la OPS que también los toma en cuenta… al final es una lucha para que todas estas etnias no sean olvidadas”.