Rueda de prensa semanal sobre COVID-19: Palabras de apertura de la Directora, 9 de marzo de 2022

Buenos días y gracias por participar en la rueda de prensa de hoy.

La semana pasada se registró una disminución de 26% del número de casos de COVID-19 en la Región de las Américas y se notificaron solo 1,1 millones de casos nuevos.

También se redujo el número de muertes en casi 19%, y se registraron cerca de 18.000 muertes.

Sin embargo, debido a la posible reducción del número de pruebas realizadas, esta cifra de casos notificados por los países podría no ser precisa. Todavía hay algunos países y territorios que informan aumentos vinculados con el pico más reciente de casos de COVID-19. En el Caribe, por ejemplo, los casos tuvieron un ligero aumento de 2,2%.

Entre los países y territorios de la Región que informaron un aumento del número de muertes durante la semana pasada se encuentran Bolivia y Puerto Rico.

Esta semana marca un hito poco auspicioso.

Ya han pasado dos años desde el inicio de la pandemia de COVID-19, justo antes de que la transmisión de la enfermedad se extendiera por nuestra Región.

Desde entonces, hemos perdido al menos seis millones de vidas en todo el mundo a causa de este virus.

Y la Región de las Américas se ha visto afectada de manera desproporcionada. Con más de 2,6 millones de vidas perdidas, nuestra Región ha notificado más muertes por COVID-19 que cualquier otra región del mundo.

Casi la mitad de todas las muertes se produjo en nuestra Región, si bien aquí vive menos de 13% de la población mundial.

Esta es una tragedia de enormes proporciones, cuyos efectos se sentirán durante años.

Además de las vidas que hemos perdido, la pandemia ha tenido un efecto catastrófico en la salud de nuestra población a largo plazo.

Más de 148 millones de personas de nuestra Región han contraído esta enfermedad y los estudios iniciales muestran que algunos sobrevivientes de la COVID-19 sufrirán consecuencias de por vida.

Un informe reciente publicado por la OMS muestra cifras abrumadoras relacionadas con el impacto de la COVID-19 en la salud mental: las tasas de depresión y ansiedad aumentaron en 25% en todo el mundo, y afectan particularmente a las mujeres y la población joven.

Mientras los sistemas de salud se veían abrumados por el aumento repentino de casos de COVID-19, los países de nuestra Región informaron más interrupciones de los servicios de salud esenciales que las demás regiones del mundo.

La pandemia no ha dejado de representar una amenaza.

Solo en los primeros dos meses del 2022, 63% de los casos nuevos a nivel mundial se han notificado en nuestra Región.

En algunos países como Brasil, Estados Unidos y Chile, se alcanzaron cifras récord de casos nuevos durante el pico de la variante ómicron, y perdimos más de 220.000 vidas en toda la Región en este breve período.

Todos queremos que la pandemia llegue a su fin, pero el optimismo por sí solo no alcanza para controlar el virus.

Es demasiado pronto para bajar la guardia.

En muchas partes de nuestra Región, se están dejando de lado las medidas de salud pública. Si bien no todos, algunos países están tomando esta decisión sobre la base de evaluaciones del riesgo y datos relacionados con la salud.

La variante ómicron continúa circulando, y esta pandemia es impredecible.

Debemos aprovechar las enseñanzas de los últimos dos años para prepararnos para actuar con rapidez si surge una nueva variante o se producen brotes en la población que continúa siendo vulnerable.

Sí, podemos reconocer que hemos tenido algunos avances en nuestra lucha contra este virus.

Al comienzo, no sabíamos mucho sobre la COVID-19.

Sin embargo, ahora tenemos vacunas seguras que nos protegen de los cuadros más graves de la enfermedad, las cuales están salvando innumerables vidas.

Los trabajadores de salud ahora saben cuál es el mejor tipo de atención para los pacientes con COVID-19, y tenemos mejores opciones terapéuticas disponibles.

Y también sabemos que el uso de mascarillas, el distanciamiento físico y otras medidas de salud pública sirven para ralentizar la propagación del virus.

Es probable que la COVID-19 haya llegado para quedarse. Debemos aprender a convivir con este virus y adaptarnos con rapidez a cualquier cambio.

Para eso, debemos seguir de cerca la situación de la pandemia y ajustar las medidas de salud pública cada vez que exista el riesgo de que aumente la transmisión.

La vigilancia es lo que nos mantendrá informados, por lo que los países deben continuar secuenciando el virus para hacer un seguimiento de las variantes y los cambios en la transmisión.

Se debe garantizar el acceso fácil a las pruebas, incluso cuando la transmisión sea baja. Y los datos deben ser notificados con rapidez, a fin de que sean la base para la formulación de políticas.

También debemos estar preparados para intensificar las medidas de salud pública si los casos aumentan nuevamente.

Cuando se relajan las medidas en el momento equivocado, la transmisión alcanza picos muy peligrosos y se pierden más vidas.

Por lo tanto, cuando los países deciden cambiar su respuesta en función de las tendencias de la COVID-19, es importante comunicar estos cambios con claridad, para que las personas entiendan las nuevas medidas y las cumplan.

Y, por último, no podemos ni debemos dejar a nadie atrás.

Hemos visto cómo la COVID-19 agudizó las inequidades existentes y cómo han surgido inequidades nuevas, por ejemplo, en el acceso a las vacunas.

En América Latina y el Caribe, aún no han recibido la primera dosis cerca de 248 millones de personas, la mayoría de las cuales viven en zonas rurales o desatendidas de difícil acceso. Solo 14 países lograron la cobertura de 70% de la población con el esquema completo de vacunación.

Mientas planificamos nuestra respuesta a las próximas etapas de la pandemia, debemos recordar que la COVID-19 sigue siendo una amenaza real que impone una mayor carga a las personas pobres y las más vulnerables.

Los avances que hemos logrado en la lucha contra la COVID-19 nos muestran lo que se puede lograr cuando trabajamos juntos y usamos las herramientas que sabemos que son efectivas.

También nos muestran dónde quedan aún brechas y dónde debemos esforzarnos por hacer mejor las cosas.

Estas enseñanzas son clave para mejorar nuestra respuesta a la COVID-19 y resolver otros problemas relacionados con la salud y el desarrollo a fin de construir juntos una región más saludable, más fuerte y más resiliente.