La lepra es una enfermedad que afecta predominantemente a la piel y los nervios periféricos, lo que resulta en neuropatía y consecuencias asociadas a largo plazo, incluidas deformidades y discapacidades. La enfermedad está asociada con el estigma, especialmente cuando hay deformidades presentes. A pesar de la eliminación de la lepra como un problema de salud pública (definido como el logro de una prevalencia puntual de menos de 1 por cada 10 000 habitantes) a nivel mundial en 2000 y a nivel nacional en la mayoría de los países para 2005, los casos de lepra siguen ocurriendo. En 2016 se notificaron más de 200 000 casos nuevos de lepra. Por lo tanto, la orientación sobre el diagnóstico temprano y el tratamiento de la lepra es esencial para reducir la carga de esta enfermedad.
La lepra se clasifica como paucibacilar (PB) o multibacilar (MB), según el número de lesiones cutáneas, la presencia de afectación nerviosa y la identificación de bacilos en el frotis de piel. El tratamiento estándar para la lepra implica el uso de múltiples (dos o tres) medicamentos; La duración del tratamiento, la dosis y la cantidad de antibióticos dependen del tipo de lepra (PB o MB) y la edad del paciente (adulto o niño). Las estrategias para prevenir la lepra incluyen la vacunación o el uso de antibióticos profilácticos entre las personas expuestas.
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