San José, 15 de octubre de 2021. En el marco del Día Mundial de la Alimentación que se celebra el 16 de octubre, las Naciones Unidas a través de sus agencias especializadas: la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la Organización Panamericana de la Salud/Organización Mundial de la Salud (OPS/OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), hacen un llamado a la sociedad costarricense para desarrollar y apoyar iniciativas orientadas a mejorar los hábitos alimenticios de la población y facilitar la toma de decisiones informadas por parte de las personas consumidoras.
“La ingesta excesiva de azúcares, grasas totales, grasas saturadas, grasas trans y sodio, es decir, los denominados “nutrientes críticos” de preocupación para la salud pública, guarda una estrecha relación con la hipertensión, la diabetes, el sobrepeso y la obesidad, que son los factores de riesgo más asociados con la mortalidad en la Región de las Américas y tres de las comorbilidades más presentes en las personas con COVID-19 hospitalizadas en Costa Rica”, comentó la Representante de OPS/OMS en Costa Rica, Dra. María Dolores Pérez, y agregó que a esta problemática se suma la falta de información o conocimientos apropiados sobre nutrición, y el aumento del sedentarismo.
Estas enfermedades no solo perjudican la salud y la calidad de vida, también limitan los logros educativos, disminuyen la productividad en el trabajo y reducen la probabilidad de empleo, por lo cual, se ha evidenciado la necesidad de trabajar en su prevención desde edades tempranas. La Encuesta de Mujeres, Niñez y Adolescencia (2018) impulsada por el Ministerio de Salud y UNICEF, reveló que la prevalencia de sobrepeso y obesidad entre lactantes y niños menores de 5 años es de 9,7%, y en el caso de niños de 6 a 12 años es de aproximadamente 33.9%. La población adolescente no escapa de esta realidad, con una cifra de sobrepeso y obesidad que alcanza el 30,9%.
“En Costa Rica la malnutrición, es decir, la alimentación inadecuada afecta a muchos niños, niñas y adolescentes generando dos situaciones extremas: obesidad y sobrepeso o desnutrición en niños y niñas de comunidades indígenas y altamente vulnerables. Si queremos avanzar en el logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible 1, 2 y 3 relacionados con pobreza, hambre cero y salud y bienestar, debemos redoblar los esfuerzos para garantizarles a las familias la información y las condiciones necesarias para que puedan consumir alimentos sanos y adecuados para lograr el desarrollo integral de la niñez y adolescencia”, señalo Patricia Portela, representante de UNICEF Costa Rica.
Uno de los instrumentos clave para prevenir estos factores de riesgo es la utilización de etiquetas de advertencia en el frente de envases o empaques, etiquetas que indican a los consumidores que el producto contiene cantidades excesivas de azúcares, grasas y sodio cuando la proporción de estos sobrepasa la ingesta recomendada por la Organización Mundial de la Salud. “Las guías alimentarias, la canasta básica tributaria con enfoque nutricional y el etiquetado frontal son algunas de las herramientas simples y eficaces que permiten informar a las personas consumidoras y ayudarles a orientar sus decisiones de compra para mejorar su alimentación”, dijo Andrea Padilla, Representante Asistente de Programas de la FAO en Costa Rica.
Con las experiencias de otros países que han aplicado el etiquetado frontal, se ha descubierto que los ahorros que perciben los Estados por el impacto positivo de esta práctica en la salud de la población son mayores que sus costos de implementación.
En México, se ha proyectado que el etiquetado frontal ayudará a reducir la obesidad en un 14,7% después de cinco años y ahorrará al país un estimado de US $1.800 millones en costos derivados de atención de la obesidad. Además, en Chile, los estudios han demostrado que la implementación del etiquetado frontal no tuvo ningún impacto negativo en empleos, salarios o sobre la producción del sector de alimentos.
Las agencias de Naciones Unidas reiteran que iniciativas como el etiquetado frontal son un complemento a la educación sobre hábitos alimenticios saludables que debe promoverse desde los primeros años de vida de las niñas y niños. Una buena nutrición nos garantiza generaciones más fuertes y con mejores capacidades físicas y cognitivas para la vida, la educación y el empleo futuro.