Las autoridades sanitarias, el personal de salud, las organizaciones de cooperación y millones de pobladores en Colombia con sus acciones están ayudando a cortar la propagación del virus. Sin embargo, con el aumento de casos en Colombia es fundamental continuar con la pedagogía social para cuidarnos entre todos. En la batalla contra la COVID-19, tus acciones suman.
El día en que llegó la COVID-19 a Colombia, Mónica Mora empacó sus cosas y se fue a vivir sola. Como médica intensivista del Hospital Méderi, en Bogotá, sabía que tendría que estar en la primera línea de batalla contra una enfermedad desconocida, altamente contagiosa y letal. “Tenía miedo. Aunque fuimos formados para esto, me angustiaba contaminar a mi esposo, familiares y amigos”, dice, con un nudo en la garganta.
Un mes antes, cuando el director de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus declaró al extraño brote de neumonía reportado por Wuhan (China) como una pandemia, la doctora Mora supo que la enfermedad llegaría pronto a Colombia y que su mejor defensa era leer la literatura científica disponible, participar en actividades académicas y estar bien informada sobre el acontecer del virus en el mundo y en el país, para así poder dar soporte vital a los pacientes, salvar todas las vidas que sean posibles y protegerse a ella y a los suyos.
Cuando la enfermedad llega a territorio colombiano, el 6 de marzo, el Hospital donde trabaja la doctora Mónica reorganizó los servicios. Se destinaron 50 de las 80 camas de la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) a la atención de los pacientes con COVID-19. Y, con cintas amarillas, se delimitaron las zonas contaminadas, las zonas especiales para retirarse los equipos de protección personal y las áreas limpias, que todos se esmeraban en cuidar por ser el espacio de seguridad. Incluso reacomodaron los dormitorios del personal de salud para poder mantener la distancia física en las horas de descanso.
La doctora Mónica recuerda que durante esa etapa le asustaba mucho ventilar pacientes, por la cantidad de aerosoles que se producen. “Pensábamos que con hacer una intubación nos íbamos a contaminar. Luego, lo empezamos a hacer una y otra vez y nos dimos cuenta de que no nos infectábamos si seguíamos al pie de la letra los protocolos de seguridad. Realmente la protección nuestra era posible”.
Mientras tanto, las autoridades sanitarias a cargo de la respuesta en Colombia también realizaban esfuerzos titánicos y a contrarreloj para fortalecer el sistema de vigilancia y la red nacional de laboratorios, para diseñar e implementar planes de emergencia, optimizar y aumentar la capacidad para la prestación de servicios de salud, con equipos y personal sanitario cualificado, y para conseguir equipos de protección personal, que por aquel entonces eran escasos a nivel mundial, y diseñaban estrategias pedagógicas y de comunicación, pues sabían que el comportamiento de los pobladores es fundamental para ganarle la batalla al virus
Durante el confinamiento, por ejemplo, muchos migrantes venezolanos que hace unos meses eran pobres, pero podían sobrevivir, ahora encuentran que sus medios de vida han sido destruidos. Perdieron el empleo, y aquellos que sobreviven del rebusque no alcanzan a reunir menos de un dólar para pagar el alojamiento en los denominados ‘paga diario’. Fueron desalojados. Y 117 mil personas se han visto obligados a regresar a su país.
En junio cuando más de mil migrantes llegaron a Norte de Santander en condiciones de bioseguridad no aptas para el manejo del COVID-19, el Gobierno Nacional, a través de Migración Colombia y los delegados en el departamento de Presidencia y Cancillería; la Gobernación de Norte de Santander, a través de la Secretaría de Fronteras y el Instituto Departamental de Salud; las Alcaldías del Área Metropolitana de Cúcuta y más de 26 organismos internacionales y cooperantes, trabajaron de manera articulada, y siguiendo los lineamientos del Ministerio de Salud y Protección Social, de la Organización Mundial de la Salud / Organización Panamericana para la Salud (OPS/OMS) y las Agencias de Cooperación Internacional especializadas, en tres días pusieron en funcionamiento el Centro de Atención Sanitario Tienditas (CAST).
La iniciativa que buscaba superar el embudo migratorio fue tan exitosa que se convirtió en un referente en la Región de las Américas. En los primeros 4 meses de funcionamiento, el CAST logró atender 23 mil personas y dar 170 mil servicios, incluyendo salud. Como explica Diego García, coordinador del Grupo Interagencial sobre Flujos Migratorios Mixtos (GIFMM) en Norte de Santander, Tienditas como buena práctica impuso una respuesta humanitaria, con un enfoque de salud y protección, sin precedentes. “Nunca lo vimos como un lugar donde la gente duerme y pasa a Venezuela. Es un centro sanitario donde las personas reciben un trato digno, con condiciones humanas y de salud básicas, para poder controlar los temas de salud pública, y por supuesto, los temas de vigilancia epidemiológica”, puntualiza.
No bajar la guardia
Esta es una etapa delicada. El virus se sigue expandiendo por todo el país y ha llegado a los sitios más alejados de la geografía. Para no dejar a nadie atrás la Fuerza Aérea Colombiana, el Ministerio de Salud y las EPS, inician una estrategia de traslado de pacientes hacía ciudades que puedan ofrecerles servicios de UCI para que puedan tener una oportunidad de supervivencia frente a la amenaza del COVID-19.
Incluso se ven obligados a desplegar misión humanitaria sin precedentes en el país, como la que desarrollaron cuando en el selvático departamento del Amazonas, en frontera con Brasil y Perú, se presentó un vertiginoso aumento de contagios entre la población indígena. Con el apoyo de varias organizaciones, como la OPS, se aumentó la realización de pruebas diagnósticas para la detección y la búsqueda activa comunitaria, se fortaleció al hospital de Leticia tanto con personal de salud, como con equipos e insumos para la protección del personal sanitario y se llevó ayuda humanitaria para las comunidades indígenas.
Nadie está exento de contagiarse con COVID-19. Incluso, la enfermedad ha enlutado a la UCI del Hospital Méredi. Un colega de la doctora Mónica perdió la batalla contra la COVID-19. Su muerte y la de tantos pacientes, la hizo preguntarse si vale la pena todo el esfuerzo y toda la exposición, y entender la importancia de cuidar su salud mental y estar rodeada de los suyos. La respuesta es sí. “En estos tiempos de pandemia he tenido momentos de alegría, cuando se salva una vida que parecía imposible”, relata la doctora Mora.
De nuevo empacó su maleta y regresó a casa. Ahora sabe que, si mantiene estrictos protocolos de seguridad en su casa, que incluye permanecer todo el día y dormir con tapabocas, no va a poner en riesgo a su esposo y va a tener la fortaleza suficiente para seguir salvando vidas junto a sus compañeros médicos, enfermeros, trabajadores del aseo. “El riesgo para mí no son mis compañeros sino la gente que estaba desobedeciendo las medidas de autocuidado. Infortunadamente muchos se están contagiando en zonas sociales, en el transporte público y a la hora de almorzar, que en los sitios donde hay más exposición”, asegura.
Lograr que los pobladores se cuiden y cuiden a los demás. Para hacer pedagogía ciudadana, desde el 29 de julio, todos los días, la Presidencia de la República, emite el programa de televisión Prevención y Acción, en el que, a través de la participación del Ministro de Salud y Ministros de otros sectores, de epidemiólogos, infectólogos, alcaldes, gobernadores, presidentes de otros países y expertos de organismos internacionales, se explican las medidas adoptadas por el Gobierno y promueven comportamientos responsables con los demás para evitar la propagación del virus.
Por su parte, la Organización Panamericana de la Salud, en alianza con el Centro de Información de Naciones Unidas en Colombia (CINU), participa semanalmente en el programa Voces Unidas que se transmite en Radio Nacional y sus 54 emisoras que tienen un cubrimiento del 80% del territorio nacional. El programa, en el que se difunde información de prevención y protección, teniendo en cuenta la respuesta ciudadana y la coyuntura por la que esté atravesando el país, es publicado en la página vocesunidas.unic.co y compartido a 330 emisoras comunitarias, universitarias y religiosas.
La alianza además ha permitido la producción conjunta de cápsulas informativas en español y lenguas indígenas que son compartidos en el territorio a través de perifoneos, para así alcanzar los pueblos más remotos con el propósito de no dejar a nadie atrás. Adicionalmente, se han desarrollado talleres de comunicación del riesgo en los que participan comunicadores, periodistas y promotores de salud en departamentos priorizados.
Aunque el contagio y las muertes por COVID-19 siguen causando estragos en el país, la doctora Mónica considera que la educación y la comunicación son herramientas que salvan vidas. Considera que los medios de comunicación han hecho su labor y que otras personas pueden sumar con sus acciones. Incluso ella además de su trabajo en la UCI, está poniendo su granito de arena como docente en un proyecto de la OPS, con la Secretaría de Salud de Bogotá, y con el apoyo financiero de la Agencia de Cooperación Internacional de Corea -Koica- que busca fortalecer las capacidades de más de 2 mil profesionales de salud que están en la primera línea de respuesta a la pandemia en la red pública hospitalaria de Bogotá.
Con el liderazgo fuerte en el país, con estrategias claras e integradas, con una comunicación constante y permanente, con una poblacion comprometida, que participa con las herramientas conocidas que funcionan, y con la dedicación y compromiso del personal de salud será posible controlar al nuevo coronavirus.