La Declaración del Milenio y, por ende, los Objetivos de Desarrollo del Milenio pusieron de manifiesto el poder de la voluntad política mundial al más alto nivel con un propósito común: erradicar la pobreza. Los ODM permitieron trascender el lenguaje declarativo para comprometer acciones concretas a nivel nacional, regional y mundial, a corto, mediano y largo plazo, con el monitoreo de los progresos y exámenes periódicos por los gobiernos, la sociedad civil, el sistema de Naciones Unidas y los asociados para el desarrollo. Este enfoque de rendición de cuentas ha sido parte integral de la agenda de los ODM y sin duda ha contribuido a los avances logrados.
Los ODM permitieron además marcar la pauta para un trabajo integrado y sinérgico entre sectores y organismos, reconociendo que solo se puede mejorar las condiciones de vida de los más vulnerables si se trabaja al unísono con estrategias de desarrollo que incluyan la nutrición, las condiciones de trabajo y el empleo, la educación, la salud y el saneamiento, así como compromisos compartidos entre naciones desarrolladas y naciones en desarrollo. En este sentido los ODM refuerzan el enfoque de la OPS/OMS sobre los determinantes sociales de la salud y la necesidad de abordarlos con intervenciones multisectoriales. Al mismo tiempo, al otorgar un espacio central a la salud en la agenda de desarrollo, el marco común de los ODM ha elevado la visibilidad y el reconocimiento de la salud en las políticas públicas.
Durante la última década, la Organización ha logrado integrar los ODM en sus programas de cooperación técnica, que ya abordaban temas como el hambre y la desnutrición, la desigualdad de género, la salud maternoinfantil, las enfermedades infecciosas y desatendidas, la salud ambiental y las alianzas para el desarrollo. Los ODM han logrado impulsar y fortalecer los esfuerzos de la OPS/OMS y sus Estados Miembros en estas esferas clave.
Al mismo tiempo, reconociendo el contexto de grave desigualdad de ingresos de la Región, la OPS/OMS ha señalado la necesidad de ir más allá de los ODM y sus metas oficiales y abordar las grandes disparidades que se esconden detrás de los promedios nacionales. Al poner en marcha su iniciativa Rostros, Voces y Lugares, destacó la importancia de llegar a los municipios y territorios más vulnerables y postergados, revivir los principios de la atención primaria de salud y empoderar a las personas en sus comunidades. No es suficiente que los jefes de Estado y de Gobierno conozcan y se comprometan con los ODM, es necesario que los alcaldes, las autoridades locales y los mismos habitantes de las comunidades entiendan que los ODM son los elementos básicos de una agenda de desarrollo sustentada en los derechos humanos. Al poner esto de relieve, la OPS/OMS ha contribuido singularmente con un marco ético para el avance de los ODM.
Las experiencias de la Organización al prestar cooperación técnica para el avance de los ODM en los Estados Miembros han aportado lecciones para acelerar el progreso hacia esos objetivos durante los cuatro años que restan para llegar al año 2015 y que pueden mostrar los desafíos y el camino por delante después del 2015.
Una enseñanza clara es la necesidad de abordar con mayor intensidad el problema de la mortalidad materna y neonatal, que constituyen dos de los ODM en los cuales la Región se encuentra más rezagada, especialmente en zonas rurales, de mayor vulnerabilidad y pobreza. Las recientes concentraciones en zonas conurbadas muestran desafíos en el acceso a los servicios de salud para reducir la mortalidad materna y la infantil. Lo mismo sucede con la desnutrición crónica, cuya meta sigue estando lejana. En cuanto al acceso al agua segura y al saneamiento básico, si bien en términos numéricos se ha convertido en un desafío urbano por la evolución demográfica, quedan todavía amplios segmentos de la población de las circunscripciones rurales más pobres que carecen de esos beneficios del desarrollo. Todas estas asignaturas pendientes deben abordarse de una manera más puntual, reforzando al mismo tiempo la integralidad e intersectorialidad entre las políticas, los programas y los proyectos.
Asimismo, si bien hay evidencia de que ha disminuido la pobreza, los avances han sido desiguales y quedan todavía segmentos vulnerables de la población, vinculados especialmente a la ubicación geográfica y a la identidad cultural y de género. En este sentido, es imprescindible continuar el trabajo en pro de los ODM a nivel local y municipal y en los grupos marginados que siguen estando en desventaja, aunque difícilmente esto se pueda ver con los datos disponibles. De la misma manera, a pesar de que existen avances en la reducción de la desigualdad en la Región, es imperativo promover la igualdad de oportunidades y de resultados para que se reduzcan las brechas internas en los países.
Otra enseñanza importante que se ha confirmado en décadas recientes es que existe un círculo virtuoso, por el cual el crecimiento económico y la salud, aunados al desarrollo social, se apoyan entre sí. Resulta esencial mantener una estrecha vigilancia de la evolución de los ciclos económicos, puesto que durante las fases recesivas de los ciclos aumenta la vulnerabilidad de los más pobres. Ello ocurre especialmente porque el gasto y la inversión social a menudo resultan mermados, como consecuencia de los ajustes requeridos para superar las crisis. Es necesario sistematizar las lecciones aprendidas de los países de ingresos medianos no solo para enfrenar las crisis económicas sino para además reducir la brecha de las inequidades e impulsar el desarrollo sostenible.
Por ejemplo, el hecho de que el impacto de la última recesión del 2008-2009 haya sido menos profundo que la de otras anteriores, como la de los años ochenta, se debió a que las economías de la Región estaban mejor preparadas y además se disponía de programas sociales específicamente diseñados para la protección de los más vulnerables. Por eso es necesario proteger y fortalecer el gasto social, sobre todo el destinado a los programas de protección social.
Estas y otras lecciones derivadas de las experiencias de la OPS/OMS y sus Estados Miembros en el compromiso con los ODM apuntan a varias conclusiones y recomendaciones para los futuros esfuerzos en esta materia, que se describen a continuación.
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Es imprescindible generar constantemente los datos necesarios para sustentar la elaboración de políticas, planes, programas y proyectos. Para ello es necesario fortalecer los sistemas nacionales de información de salud. La evidencia constituye la base de sustentación de la adopción de decisiones adecuadas y de la ejecución de medidas eficaces. Solo con datos e información de buena calidad se pueden transformar los objetivos en resultados. Resulta esencial impulsar el observatorio de los ODM relacionados con la salud a fin de hacer el seguimiento de los avances y retrocesos a nivel nacional y subnacional, y actuar oportunamente.
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Hay que mantener una vigilancia constante sobre los niveles del gasto público en materia de salud y su relación con el gasto social para mejorar el desempeño de los sistemas de salud y universalizar los programas de protección social con énfasis en los sectores y municipios más vulnerables. Esto se podría lograr con la elaboración en conjunto con los ministerios de salud de un programa de monitoreo del gasto social con informes anuales.
- Mientras persistan los agudos niveles de pobreza y desigualdad en la Región, debe aumentarse el gasto público en el sector de la salud y en programas de protección social que planteen cambios estructurales. Programas que no solo incorporen insumos de los diferentes sectores sino que promuevan sinergias en procesos y resultados, propicien procesos de empoderamiento y no se queden solo en ayudas individualizadas. Programas que busquen mejorar la calidad y no solo el acceso, que sean monitoreados en su impacto para salir no solo de la pobreza extrema sino superarla del todo, de modo que los resultados sean difícilmente reversibles. Para ello, en los países de la Región será necesario avanzar en reformas fiscales que puedan sustentar el incremento y la sostenibilidad del gasto social.
- La cooperación técnica centrada en territorios, ya sea municipios urbanos y sus zonas de extrema pobreza, comunidades dispersas o territorios trasnacionales, seguirá siendo clave para acelerar los procesos de cumplimiento de los ODM. La iniciativa Rostros, Voces y Lugares ha permitido hacer esa llamada de atención sobre la agenda inconclusa y la inequidad dentro de los países. Esta agenda tiene que mantener un perfil alto y ser abordada bajo su dimensión política, técnica y financiera para que las políticas y la asignación de recursos no terminen dejando de lado una vez más a estos territorios.
- Para procurar un abordaje multisectorial y multidimensional es necesario contar con inventarios de políticas nacionales que permitan evaluar y promover concretamente “la salud en todas las políticas”. Solo así se puede dar sostenibilidad a los logros y garantizar la acción eficaz sobre los determinantes sociales y ambientales de la salud.
- También es importante complementar el proceso de armonización de las actividades de la cooperación internacional con los esfuerzos para fortalecer la capacidad rectora y de coordinación de las autoridades nacionales. Se trata de movilizar, armonizar y alinear la cooperación externa para alcanzar los ODM y responder a las prioridades nacionales de salud y desarrollo.
- Los proyectos de gran envergadura que demandan cuantiosos recursos, como las obras de infraestructura de abastecimiento de agua potable y saneamiento básico, requieren apoyo de las instituciones financieras multilaterales. Para garantizar la calidad de los servicios y asegurar su sostenibilidad, es imprescindible la coordinación de esfuerzos entre las entidades financieras internacionales y otros organismos dedicados a alcanzar estos objetivos. Será necesario seguir fortaleciendo la relación con la banca para el desarrollo y con los organismos de las Naciones Unidas, teniendo como eje el logro de las prioridades nacionales. Durante estos 11 años se han forjado una serie de alianzas que ya han sido descritas y que ejemplifican un trabajo integrado con un objetivo en común.
- Finalmente, el hecho de que los países de América Latina y el Caribe hayan podido alcanzar muchas de las metas trazadas en los ODM entraña la responsabilidad de compartir la experiencia acumulada con otras regiones en desarrollo. Con ese fin, la OPS continuará compartiendo su experiencia, fomentando la cooperación Sur-Sur, intermediando esfuerzos de cooperación y de transferencia de conocimientos entre países, mediante el apoyo de donantes y de los Estados Miembros, así como por intermedio de la OMS y de otras entidades especializadas de las Naciones Unidas.
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Los Objetivos de Desarrollo del Milenio después del 2015
El compromiso de reducir la pobreza y mejorar la calidad de vida no se logrará plenamente para el 2015—ni en la Región de las Américas ni en el resto del mundo— pese a los importantes avances realizados. Será necesario continuar con el imperativo ético establecido en los ODM, a partir de un enfoque basado en el análisis de las experiencias hasta la fecha. Entre las apreciaciones que deberán incorporarse se encuentran las que se describen a continuaclón.
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El compromiso debe ser mundial pero los objetivos, las metas y los indicadores deben adaptarse al nivel regional para responder con pertinencia a las diferencias. Para nuestra Región, esto implicará metas más elevadas y centradas en la población excluida, los pueblos indígenas y los afrodescendientes, así como en las mujeres, los niños y los adultos mayores. Solo con metas diferenciadas se podrá romper el núcleo de la desigualdad.
- La agenda de los ODM tendrá que trascender el plano nacional y ejercer una influencia descentralizadora que permita realizar análisis a nivel subnacional y promover acciones en las comunidades. Frente a la distribución desigual de capacidades, se enfatizará la necesidad de redoblar esfuerzos para crear capital humano a nivel local.
- Las lecciones aprendidas en los últimos 15 años permitirán crear líneas de base regionales, nacionales y subnacionales y sistematizar la obtención de datos que permitirá ajustar medidas y destrabar el adelanto. Esto dará pie a procesos de aceleración de los ODM sustentados en políticas nacionales, medidas locales y la concientización de la población.
- La agenda en materia de desarrollo propuesta por los ODM en el 2000 deberá enriquecerse con modelos de desarrollo sostenible que incorporen los desafíos del cambio climático y los planteamientos que surjan de la “Cumbre Río + 20”. La pobreza y la desigualdad deberían ser el centro del debate en la Cumbre de la Tierra. Son los más vulnerables quienes están sufriendo con mayor crudeza los efectos del cambio climático y por ende hacia ellos deben dirigirse las iniciativas de preparación para los desastres y de mitigación de las consecuencias del cambio climático.
- Por otro lado, la transición demográfica, aunada a los hábitos de consumo de los habitantes de la Región, ha creado un nuevo y mayor reto que no estuvo contemplado en los ODM. Si bien se ha progresado mucho en el control de las enfermedades transmisibles en el continente americano, la epidemia de las enfermedades crónicas está en aumento y afecta a los países y personas ricos y pobres por igual. En consecuencia, a partir del 2015, las metas de salud y desarrollo de América Latina y el Caribe deberán otorgar igual o mayor prioridad a las enfermedades no trasmisibles, que tienen consecuencias perniciosas para las poblaciones vulnerables y cuyo tratamiento es más complejo y costoso. La promoción de la salud desempeñará un papel clave para crear hábitos y transformar los espacios urbanos en entornos saludables, al tiempo que se promueve la conciencia de una forma de vida más sana.
- Los ejes de la productividad y el empleo cobrarán mayor importancia en los ODM de segunda generación, que tendrán que otorgar un énfasis mayor al trabajo de los jóvenes y la formación de capacidades laborales, puesto que los esfuerzos para reducir la pobreza no son sostenibles si no se mejoran el crecimiento económico y la productividad y se generan formas de empleo digno y saludable, tanto en el sector formal como en el informal. La salud y la seguridad laboral, unidas a programas de protección social, de seguros de salud y de pensiones, permitirán mantener la calidad de vida, no solo durante los años de participación productiva sino también durante la jubilación. Para ello se necesitarán opciones creativas a fin de que los trabajadores del sector informal cuenten con fondos de jubilaciónque les permitan llevar una vida digna.
- Los ODM de segunda generación deberán centrar sus prioridades en un desarrollo multidimensional, con un rostro humano y un marco ético sustentado en los derechos humanos y la paz. Además del desarrollo económico y social es necesario enfrentar otros desafíos que tienen gran impacto en la vida cotidiana, sobre todo —en la Región de las Américas— la violencia y la inseguridad. Esto exigirá establecer metas e indicadores de seguridad ciudadana en respuesta a la delincuencia organizada y reformas a las políticas de justicia para desterrar la impunidad. Una nueva era de la seguridad humana en la que el sector de la salud desempeñará un papel clave está por venir.
- Por último, para continuar en este camino, seguirá siendo clave el fortalecimiento de alianzas en pro del desarrollo entre los distintos actores. La solidaridad internacional deberá seguir presente, pero además tendrá que ajustar sus mecanismos para alcanzar una mayor eficacia. Es preciso reconocer las realidades complejas de los países de ingresos medianos, con el fin de que las iniciativas sean más armonizadas y menos fragmentadas, que partan de una visión sistémica y estén más dirigidas a fortalecer las capacidades y la autonomía de los países, reconociendo y fortaleciendo el liderazgo nacional. Estas características permitirían consolidar los logros alcanzados, remediar las carencias y seguir haciendo frente a los desafíos del desarrollo durante las próximas décadas.
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