En los �ltimos a�os, la Regi�n de las Am�ricas ha sabido aprovechar muchas de las oportunidades brindadas por la econom�a mundial. A pesar de que el crecimiento del producto interno bruto general no ha coincidido con el nivel de las regiones más pr�speras del mundo, la Regi�n de las Am�ricas ha experimentado seis a�os de crecimiento econ�mico sostenido, el per�odo de expansi�n econ�mica más largo y más amplio desde los a�os sesenta. Esto ha ayudado a encaminar a la Regi�n para que se pueda alcanzar el primer Objetivo de Desarrollo del Milenio, que llama a reducir la pobreza extrema a la mitad para el 2015. En el 2007, de acuerdo con datos de la Comisi�n Econ�mica de las Naciones Unidas para Am�rica Latina y el Caribe (CEPAL), el 12,7% de la poblaci�n de la Regi�n estaba viviendo en situaci�n de pobreza extrema, un 44% menos de lo registrado en 1990; lo que significa que la Regi�n ha avanzado un 87% hacia el cumplimiento del ODM1 en solamente un 68% del tiempo asignado para su cumplimiento.
La expansi�n econ�mica tambi�n ha impulsado el aumento del gasto social de la Regi�n, que se increment� en un 10% en promedio entre 2002-2003 y 2004-2005. A pesar de este aumento, el nivel de gasto social per cápita sigue siendo bajo en comparaci�n con otras regiones del mundo. Por otra parte, subsisten enormes diferencias entre los pa�ses: el gasto social per cápita es 15 veces mayor en el pa�s que más gasta que en el que gasta menos y, lo que es más importante, gran parte del gasto social de la Regi�n se concentra en los sistemas de seguridad social relacionados con la fuerza laboral formal. Los programas sociales encaminados a luchar contra la pobreza, como los programas de transferencia condicional de dinero en efectivo, en general recibieron una proporci�n mucho menor de los recursos econ�micos. Estas deficiencias en cuanto al gasto social reflejan un progreso más lento de la Regi�n en cuanto a la disminuci�n de la pobreza no extrema y en la reducci�n de grandes desigualdades.
Algunas tendencias demográficas recientes tienen repercusiones importantes, aunque contradictorias, en cuanto al desarrollo social de la Regi�n. Las menores tasas de fecundidad han aliviado la presi�n sobre las personas a cargo del sost�n econ�mico de sus familias y sobre la administraci�n p�blica, pero tambi�n han creado nuevos retos de salud a consecuencia del envejecimiento de la poblaci�n. La migraci�n interna ha disminuido en los �ltimos a�os y ha pasado del flujo entre las zonas rurales y urbanas a un mayor movimiento entre y dentro de las ciudades y los pa�ses. Una inquietud incipiente es el aumento de la segregaci�n residencial en las ciudades, que no solo es el resultado de los modelos de desigualdad y exclusi�n, sino que los refuerza. En los pa�ses menos urbanizados, la emigraci�n de las zonas rurales hacia las zonas urbanas sigue siendo una fuerza importante y, a menudo, desestabilizante, que empeora las desigualdades sociales existentes entre los grupos rurales y urbanos. La migraci�n internacional, que sigue en aumento, beneficia a la Regi�n por las remesas de los trabajadores, pero tambi�n hace que se pierdan recursos humanos valiosos en áreas vitales como la ciencia, la tecnolog�a y la salud.
En la Regi�n, a�n persiste la exclusi�n social basada en los ingresos, la edad, el sexo, la raza o el grupo �tnico, y la discapacidad, y afecta el acceso de las personas y de los grupos a los servicios de salud y a una mayor calidad de vida. Esta situaci�n se manifiesta con especial claridad en los casi 50 millones de ind�genas de la Regi�n, cuya exclusi�n hist�rica se traduce en resultados más deficientes en una amplia gama de indicadores de salud, como la desnutrici�n, la mortalidad maternoinfantil y la esperanza de vida.
Por lo que hace al medio ambiente, la Regi�n de las Am�ricas sigue enfrentándose con importantes presiones, entre ellas el cambio climático. La deforestaci�n, la erosi�n de los suelos y la desertificaci�n están afectando a todos los pa�ses de la Regi�n en mayor o menor medida, lo que representa una amenaza para la seguridad del abastecimiento de alimentos y agua, y aumenta la vulnerabilidad de la poblaci�n frente a los desastres naturales. El crecimiento urbano e industrial descontrolado ha llevado a una mayor contaminaci�n del aire, el agua y el suelo, y a una amenaza especialmente para los ni�os de la Regi�n puesto que son más vulnerables a sus efectos sobre la salud. Se ha ampliado la cobertura del agua y el saneamiento, sin embargo, más de uno de cada cinco habitantes de la Regi�n todav�a carece de acceso a tales servicios. A pesar de que estas tendencias afectan a la situaci�n sanitaria de toda la Regi�n, sus repercusiones negativas son mayores en los peque�os estados insulares del Caribe y en los pa�ses más pobres de la Regi�n, los cuales tienen una capacidad menor de respuesta.
Además de sus efectos sobre la econom�a y determinantes sociales de la salud, la globalizaci�n ofrece oportunidades y retos espec�ficos en materia de salud p�blica para los Estados Miembros de la Organizaci�n Panamericana de la Salud. El aumento del comercio, la migraci�n y el avance hacia la integraci�n econ�mica ha tra�do consigo una mayor permeabilidad de las fronteras nacionales, lo que contribuye a la propagaci�n mundial de nuevas enfermedades como la infecci�n por el VIH/sida, el s�ndrome respiratorio agudo grave (SARS), la fiebre del Nilo Occidental y la gripe causada por el virus H5N1 (�gripe aviar�), además de otras enfermedades que en otra �poca estuvieron controladas en gran medida, como la tuberculosis, el dengue, la malaria y la fiebre amarilla. Esta mayor interdependencia y vulnerabilidad com�n han dado lugar a nuevas iniciativas de colaboraci�n entre los pa�ses, que se traducen en procesos de integraci�n regionales y en iniciativas espec�ficas relacionadas con la salud. Algunos ejemplos en las Am�ricas son la coordinaci�n entre los Estados Miembros de la OPS y los organismos de las Naciones Unidas en torno a la prevenci�n y los preparativos para la gripe aviar causada por el virus H5N1 sumamente pat�geno, lo que hasta el presente ha logrado que no se registre ni un solo caso de la enfermedad en la Regi�n. Liderados por la OPS, los pa�ses tambi�n están colaborando estrat�gicamente para prevenir y controlar otras enfermedades como la fiebre amarilla, el dengue, la tuberculosis, la malaria y la rabia humana. En el cap�tulo 3 se describen en mayor detalle algunos ejemplos de estas iniciativas.
A nivel mundial, el nuevo Reglamento Sanitario Internacional, que entr� en vigor en junio del 2007, proporciona un marco para la cooperaci�n a fin de prevenir la propagaci�n internacional de enfermedades y de otras amenazas para la salud. Con el apoyo de la Oficina, los Estados Miembros de la Organizaci�n Panamericana de la Salud están fortaleciendo sus estructuras de salud p�blica para facilitar la aplicaci�n cabal del nuevo Reglamento para la fecha prevista del 2012.
La cooperaci�n internacional cada vez mayor tambi�n ha redundado en un importante progreso para establecer y apoyar objetivos de desarrollo comunes, a medida que la comunidad internacional se esfuerza por transformar la globalizaci�n en un proceso más equilibrado y armonioso. Estos esfuerzos se han plasmado de manera elocuente en la Declaraci�n del Milenio y los Objetivos de Desarrollo del Milenio de las Naciones Unidas, y tambi�n se encuentran en las declaraciones y los acuerdos conjuntos que han surgido de las cumbres regionales sobre los temas relativos al desarrollo humano, en las cuales la Organizaci�n ha participado activamente (v�ase el cap�tulo 3). Estos acuerdos y declaraciones reflejan un aumento del consenso internacional que coloca a la salud en el centro del proceso de desarrollo y que, al dar mayor �nfasis a la equidad, reafirma los conceptos del universalismo y la salud como un derecho humano básico. A pesar de que el derecho a la salud está consagrado en 19 de las 35 constituciones de los Estados Miembros de la OPS y en la Constituci�n de la Organizaci�n Mundial de la Salud, este nuevo hincapi� en el programa de acci�n para el desarrollo internacional proporciona un impulso importante para la acci�n de salud p�blica en general y, en particular, para la promoci�n del acceso universal a la atenci�n de salud. En la Regi�n, estos procesos están determinando la manera en que los pa�ses definen sus propios objetivos de desarrollo y avanzan en pos de ellos.
Los Objetivos de Desarrollo del Milenio y las iniciativas relativas a ellos han ayudado a aumentar los niveles generales de ayuda internacional para el desarrollo, aunque solo una proporci�n relativamente peque�a se ha destinado a Am�rica Latina y el Caribe. Los aumentos han ido acompa�ados de nuevos esfuerzos para lograr que la asistencia sea más eficaz, entre los que se destaca el Foro de Alto Nivel sobre la Eficacia de la Ayuda al Desarrollo (donde se aprob� la Declaraci�n de Par�s en el 2005), en el que los donantes y los organismos de cooperaci�n internacional están armonizando sus propias prioridades y procedimientos para ayudar a los pa�ses a hacer un mejor uso de la ayuda que reciben para el desarrollo. Este proceso ha incluido encuestas y evaluaciones de las capacidades de los pa�ses de absorber la ayuda mediante el uso de pol�ticas y estrategias eficaces, y de las t�cnicas de gesti�n orientada a la consecuci�n de resultados. De manera similar, el proceso de reforma de las Naciones Unidas tiene como finalidad hacer que la labor de los organismos de desarrollo que integran ese sistema sea más eficaz, coherente y receptiva a las necesidades y las prioridades de los pa�ses. El Marco de Asistencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo (MANUD) y las evaluaciones comunes para los pa�ses proporcionan un marco para la planificaci�n del trabajo de todos los organismos de las Naciones Unidas a nivel de pa�s, sobre la base de los objetivos y las estrategias de cooperaci�n comunes, y con un sistema para programar los recursos y las propuestas de seguimiento y evaluaci�n. La estrategia de cooperaci�n en los pa�ses de la Organizaci�n, que establece las responsabilidades y las funciones de la Oficina Sanitaria Panamericana en cuanto al apoyo de los planes nacionales de salud de los pa�ses y otras medidas sanitarias, se vincula directamente a las evaluaciones comunes para los pa�ses y el Marco de Asistencia de las Naciones Unidas para el Desarrollo (v�ase además el cap�tulo 3). Para la OPS, este mecanismo de coordinaci�n no solo facilita la planificaci�n, sino que además brinda una oportunidad �nica de promover la acci�n intersectorial en materia de salud y abordar los principales determinantes sociales de la salud.
En Am�rica Latina y el Caribe, ning�n factor contextual es más importante para el progreso en materia de salud que el estado de los sistemas de salud. Tradicionalmente basados en diferentes modelos de protecci�n social, la mayor�a de los sistemas de salud de la Regi�n se estructuraron originalmente para atender a grupos de poblaci�n espec�ficos definidos principalmente por sus funciones en el mercado de trabajo formal. El resultado fue una serie de sistemas subsidiarios con diferentes modalidades de financiamiento y de afiliaci�n, y distintas normas de atenci�n. Las reformas del sector de la salud que tuvieron lugar en los a�os ochenta y noventa, vinculadas al ajuste macroecon�mico, no lograron abordar estos problemas y se centraron, en cambio, en la rentabilidad y la sostenibilidad econ�mica. En lugar de integrar los sistemas p�blicos de salud, estas reformas promovieron la descentralizaci�n y una mayor funci�n del sector privado. En el proceso, dejaron los sistemas de salud segmentados y atomizados, y debilitaron la funci�n del Estado de proporcionar liderazgo y orientaci�n en materia de salud p�blica.
La soluci�n de estos problemas sist�micos de los sectores de la salud de la Regi�n ha sido un punto importante en el que se han centrado las nuevas iniciativas de los Estados Miembros con el fin de integrar los sistemas de salud y fortalecer la capacidad del Estado de cumplir su funci�n rectora en materia de salud p�blica. Estas iniciativas forman parte de esfuerzos mayores por fortalecer la funci�n del Estado consistente en velar por la equidad y la sostenibilidad en el desarrollo mediante la distribuci�n del gasto p�blico entre las áreas y los programas, los niveles de gobierno y las regiones geográficas, de ese modo respondiendo más apropiadamente a las necesidades de los distintos grupos poblacionales. La Oficina Sanitaria Panamericana está apoyando estos esfuerzos al promover las funciones esenciales de salud p�blica del Estado y mediante los programas de cooperaci�n t�cnica sobre las pol�ticas y los sistemas de salud, el desarrollo de recursos humanos y la organizaci�n de los servicios de salud. Tambi�n es importante la labor de la Oficina con respecto a la promoci�n de las estrategias de atenci�n primaria de salud, conjuntamente con el grupo de estudio mundial de la OMS sobre la atenci�n primaria de salud, copresidido por la Directora de la Oficina, la doctora Mirta Roses. Un avance importante en el 2005 fue el aval que brindaron los Estados Miembros de la OPS a la atenci�n primaria de salud como la mejor estrategia para organizar los sistemas de salud de la Regi�n con el fin de lograr tanto una mayor equidad como una mayor sostenibilidad.
Para aprovechar estas iniciativas, en el per�odo 2006-2007 la Organizaci�n Panamericana de la Salud desempe�� una funci�n catalizadora en cuanto a la elaboraci�n de un marco regional para guiar la planificaci�n y la acci�n nacionales e internacionales en materia de salud de sus Estados Miembros. La culminaci�n de este proceso fue la puesta en marcha en el 2007 de la Agenda de Salud para las Am�ricas para el per�odo 2008-2017.
La adopci�n de la Agenda de Salud para las Am�ricas por parte de los Estados Miembros de la OPS ya es un logro importante en s� mismo, pero que además arroje buenos resultados dependerá de la eficacia de la labor de los pa�ses de la Regi�n, la Oficina y sus asociados internacionales en pos de las metas. En ese sentido, la planificaci�n estrat�gica es un medio esencial para procurar que este trabajo est� guiado por objetivos bien definidos, apoyado por recursos asignados eficazmente y dirigido a obtener resultados cuantificables. La Oficina ha hecho de la planificaci�n estrat�gica un componente central de su propio trabajo y está promoviendo activamente su uso en los Estados Miembros.
En los cap�tulos 2, 3 y 4 se describen estas iniciativas en mayor detalle por medio de ejemplos de los pa�ses, a nivel subregional y de la propia Oficina.